“Lo que pido a los demás”
El equipo de tutor@s de la Escuela de Desarrollo Transpersonal queremos compartir contigo nuestras “Pepitas de Oro”. Las Pepitas de Oro son nuestras comprensiones más significativas, fruto de lecturas e indagaciones, compartidas y recopiladas a lo largo de los últimos meses en nuestras reuniones de tutores.
Deseamos, de corazón, que estas íntimas comprensiones te inspiren en tu propio proceso de búsqueda y desarrollo.
El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era tan pequeño que no se explicaba quién podría reinarlo.
—Señor —le dijo—, perdóneme si le pregunto…
—Te ordeno que me preguntes— se apresuró a decir el rey.—Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder?
—Sobre todo— contestó el rey con gran ingenuidad.—¿Sobre todo? — El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los otros planetas y las estrellas.
—¿Sobre todo eso? —volvió a preguntar el principito.
—Sobre todo eso. . . —respondió el rey.No solo era un monarca absoluto: era, además, un monarca universal.
—¿Y las estrellas le obedecen?
—¡Naturalmente! —le dijo el rey—. Y obedecen en seguida, pues yo no tolero la indisciplina.Un poder semejante dejó maravillado al Principito. Si él disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla. Y como se sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey:
—Me gustaría ver una puesta de sol… Deme ese gusto… Ordénele al sol que se ponga…
— Si yo le diera a un general la orden de volar de flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, o de transformarse en ave marina y el general no ejecutase la orden recibida: ¿de quién sería la culpa: mía o de él?
—La culpa sería de usted —le dijo el principito con firmeza.
—Exactamente. Solo hay que pedir a cada uno lo que cada uno puede dar —continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.
—¿Entonces mi puesta de sol? —recordó el principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez que la había formulado.
—Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero, según me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que las condiciones sean favorables.
—¿Y cuándo será eso?
—¡Ejem, ejem! —le respondió el rey, consultando previamente un enorme calendario— ¡Ejem, ejem! Será hacia… hacia… será hacia las siete cuarenta. Ya verás como se me obedece.
Antonine de Saint-Exupery, “El Principito”
Hace unas semanas, leyendo sobre la buena ayuda recordé́ este capítulo de El Principito.
Observando mi momento vital, este extracto me lleva a reformular aquello que pido a los demás y a revisar mis vínculos y relaciones. También me lleva a reflexionar acerca de algunas cuestiones, tales como: ¿Cuántas veces pido más de lo que el otro puede dar?
Tal vez tenga una imagen fantaseada del otro y no lo vea realmente como es, sino como yo quiero que sea… Por tanto, no acepto ni valoro al otro.
¿Cuánto crecemos cuando nos piden algo que no está al alcance de las que “creemos” nuestras posibilidades reales hoy? ¿Cómo sería hoy mi vida si no me hubiese encontrado una y otra vez con personas que me pedían más de lo que yo podía dar?
Me doy cuenta que para mí es un gran esfuerzo pedir al otro tan solo lo que puede dar…, no solo tengo que estar atenta a mi necesidad, sino también a la del otro, tengo estar atenta a sus propios límites y a sus recursos…
Por otra parte, si pido sólo lo que el otro puede dar, le quito el aprendizaje de observarse y estar atento a sus propios límites, para así construirlos, reforzarlos o saltárselos, según lo considere oportuno en cada momento.
Se trata de buscar el equilibrio…
Mariela Mazza
Tutora de Terapia Transpersonal
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