Aprender a soltar el juicio sin perder discernimiento

Soltar el juicio sin perder discernimiento

“Cuando nos encontremos con que la mente enjuicia, no debemos pararla. Sólo necesitamos darnos cuenta de que sucede. No hay ninguna necesidad de juzgar los juicios y de complicarnos todavía más las cosas”. Jon Kabat-Zinn

Al igual que la meditación no trata de anular nuestro cotidiano despiste con los pensamientos, y volvemos a la respiración de manera compasiva con la naturaleza de la mente, la práctica de no-juicio no implica que tengamos que dejar de juzgar.

Cuando observo el juicio, acepto su existencia. Es más fácil que me instale en una conciencia libre de juicio cuando acepto que juzgo. Solo cuando se da la aceptación puede comenzar el trabajo interior. Tras observarlo, puedo soltarlo. Cuando amplío mi conciencia, puedo librarme de los supuestos sobre los demás. Acepto que hay mucha información sobre el otro que me falta en este momento, me abro a preguntar con sinceridad. Si alguien me juzga, puedo salir de mi dolor y comenzar a ver el sufrimiento del que parte el juicio del otro. Puedo dejar de tomarme como algo personal los comentarios de los demás. ¿Con qué elijo quedarme? Puedo soltar mi enfado si yo soy el que valido mi propia percepción. Si mis criterios se muestran firmes, a la que vez que puedo tomar el regalo de una posible ampliación o revisión personal de ese criterio. Desde un mayor estado de calma, sin reactividad interna ni externa.

Hablamos, desde un enfoque transpersonal, más bien de trascender el juicio que de no-juicio. Hay un momento sagrado de toma de conciencia en el que te das cuenta de que te has dejado llevar por tus juicios. En ese momento, he activado un nivel superior de conciencia, que observa el juicio y puede decidir suspenderlo hasta que pueda soltarlo.

“Desde la consciencia nace un discernimiento capaz de percibir que las diferentes cosas que suceden tienen su propio orden y valor, lo cual permite neutralizar los prejuicios y suposiciones de la mente”. José María Doria

Tratamos de educar a los niños para que cuando se quejan de tener que comer brócoli salgan del “¡qué asco!” para decir “no me gusta, no lo quiero”. En el fondo este es el sencillo trabajo de soltar el juicio (el brócoli es asqueroso, a todo el mundo le debería dar asco el brócoli), para darme cuenta de que puedo validar mi perspectiva (no me gusta, y es válido no quererlo para mí) sin juzgar a los demás.

Desde la profundidad de lo transpersonal puedo ir más allá, y no identificarme con esta preferencia. Soy algo más que alguien a quien no le gusta el brócoli o cualquier otra cosa con la que me identifique. El que observa esta preferencia en realidad incluye e integra todas las perspectivas. No soy mis preferencias, pero éstas constituyen mi personalidad.

Mi Yo profundo, sin duda, respeta mis propias preferencias tanto como las de los demás.

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