El arte, vivido desde la mirada transpersonal, no tiene como único objetivo la mera producción de formas, versos, estatuas o personas a las que adorar. Se considera que cualquier acto u obra es artístico, cuando contiene y nace de una intención expresiva. Desde esta perspectiva, el acto creativo se convierte en una puerta al autodescubrimiento y a la contemplación.
“La mayor obra de arte es la que una persona hace consigo misma”.
José María Doria
El acto artístico realizado con el propósito de una mayor autoconsciencianos nos permite adentrarnos en un apasionante proceso de autoindagación y desarrollo transpersonal a través del arte.
Por otra parte, la creación artística puede devenir un verdadero proceso meditativo, otorgando a esta vivencia y a la obra creativa –sea la que sea ésta– mayor amplitud y profundidad.
De esta forma, ser artista se convierte en una transformadora aventura de la conciencia. Al mismo tiempo, quien recorre el camino del arte como proceso terapéutico, experimenta la gestación de una identidad creativa, amplia y profunda.
En conclusión, abrirnos al trabajo terapéutico a través del arte transpersonal es aventurarnos a descubrir la creatividad como un proceso unitario, que nos permite transitar la vida de una forma más plena.
En su dimensión más profunda, el arte es la manifestación del flujo creativo de la vida. En este sentido, experimentarnos a través del arte es abrirnos a capas más hondas de nuestra identidad, desde donde podemos descubrir que cada instante es una ventana a Lo Nuevo, con mayúsculas.
¿Acaso vivirnos desde la presencia no es, en sí mismo, el estado creativo por excelencia?
Si quieres profundizar en esta temática, te invitamos a indagar en nuestro curso Terapia con el Arte: Arte y Consciencia, una formación opcionalmente acreditada por la Universidad Europea Miguel de Cervantes.