Conecta con la fuerza de tu Yo consciente y protagoniza tu vida

¿Realmente vivimos en el presente?

“Casi inevitablemente llega un momento en la vida en que no podemos más… Entonces, nos sentimos deshechos, víctimas de los demás y, al mismo tiempo, verdugos de nosotros mismos e incapaces de salir de la cárcel de nuestros miedos. ¿Y si precisamente este momento tan difícil fuera la ocasión para liberarnos y convertirnos, al fin, en creadores conscientes de nuestra propia vida?”

 

Guy Corneau

 

A menudo sucede que no somos conscientes de hasta qué punto nos vivimos atrapados en un pasado que ya no es, y que sin embargo actualizamos constantemente en el presente. Aunque en el cada día nos desenvolvamos como adultos en cuanto a los aspectos más funcionales, es frecuente que internamente nos vivamos como el niño o niña que fuimos; de esta forma, repetimos las mismas vivencias, emociones y estrategias de supervivencia que antaño.

Este vivirnos en el pasado nos impide estar verdaderamente presentes en nuestra vida y aun más ser protagonistas activos.

De adultos, en la mayoría de los casos seguimos conduciéndonos con los mismos esquemas que los empleados en los comienzos; entonces es cuando la identidad se vuelve dañina en lugar de adaptativa. A través de un camino de autoconsciencia, será posible la resiliencia y “construcción” de un yo consciente y proactivo; éste es un viaje hacia capas profundas de nuestra identidad, donde habita lo que en esencia somos.

Dice al respecto el psicólogo Mario Salvador que quitar los primeros ladrillos que nos dieron nuestros cuidadores para “construir el edificio de nuestro Yo”, es el camino para recuperar las paredes originales de nuestra identidad esencial: aquella que nada ni nadie puede dañar.

Entonces, podemos decir que no basta con “ser adultos”, sino que es necesario reconocernos como adultos. Tal reconocimiento nos permite tomar consciencia de las infinitas posibilidades que se abren en el presente, al tiempo que abrimos la puerta de la resiliencia. Así es como transitamos del vivirnos como víctimas a vivirnos como creadores y protagonistas de nuestra vida.

El Yo consciente

Para habitar un yo consciente, la vía del desarrollo transpersonal contempla un camino que va más allá del “construirnos una buena imagen y una autoestima óptima”; sin duda, estos son aspectos necesarios para desenvolvernos en el día a día, pero no constituyen el “destino” último de la mirada transpersonal. En caso de referirnos a un “destino” o meta, ésta sería la de la identidad profunda.

Al aprender a observar, relativizar y desidentificarnos de los contenidos de nuestra mente pensante –los cuales conforman nuestro yo cognitivo o psicológico–, descubrimos que “tenemos sucesos”, pero que no somos esos sucesos… A través del desarrollo transpersonal cuestionamos ‘lo que hemos creído’ ser, y este descubrimiento nos brinda la oportunidad de reinventarnos tantas veces como sea necesario.

No se trata de negar nada de lo vivido, sino de reconocer que, a pesar de ello, el presente es una continua e infinita posibilidad de autocreación.

Tal vez pensemos: “Y esto, ¿cómo se hace? Es demasiado difícil…”

Nadie dijo que fuera fácil; pero ¿acaso hay una mejor inversión de vida que la de convertirse en nuestra propia obra de arte? Nuestra persona, dejada a sí misma, se convierte en una elongación de lo que fue antaño. Ahora bien, los seres humanos, como única especie autoconsciente, tenemos la capacidad de ser proactivos con nuestro entorno y con nuestra vida. Esto significa que podemos “salir de la rueda del hámster” para dejar de repetir, una y otra vez, la misma ruta e inventar caminos antes inexistentes.

Ser protagonistas de nuestra vida y habitarla conscientemente conlleva estar en íntimo contacto con el incesante flujo del devenir. Del mismo modo que la impermanencia es ley de vida, la creatividad es el estado natural del ser humano. “Todo cambia…”, cantaba Mercedes Sosa, y es que creer que estamos condenados de por vida al pasado es, de alguna forma, ir a “contranatura”.

Ser protagonistas de nuestra vida requiere coraje para mirar de frente lo que nos quebró en el pasado, y descubrir que ahora sí podemos ofrecernos el consuelo que tal vez no recibimos antaño, así como desplegar los recursos que la vida nos demanda a cada momento.

Por último, ser protagonistas de nuestra vida conlleva, como señala Ron Kurtz, la toma de consciencia de que, muchas veces, seguimos empleando el mismo mapa que nos ofreció el entorno cuando aún éramos pequeños. El problema que puede acarrear este uso obsoleto del mapa es que no seamos conscientes de lo que nos llevó a construirlo, con qué elementos lo hicimos y para qué nos sirvió en aquella etapa de la vida. Tal vez ahora necesitemos otro mapa construido desde nuestra mirada actual…

Este proceso culmina en un sentido del yo unificado y ampliado, desde donde la vida deja de ser un mero esfuerzo por sobrevivir, para convertirse en una constante oportunidad de recrearse y de expandir lo que somos en esencia.

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