En el entorno laboral se dan gran parte de nuestras relaciones y se generan numerosos vínculos profesionales y personales. Cuando estamos atrapados en estas rutinas, es fácil poner el piloto automático sin darnos siquiera cuenta de ello y olvidar que trabajamos de la mano de seres humanos que también quieren ser escuchados y respetados.
Tanto si nuestra vida profesional se desarrolla en un ámbito para el que nos sentimos llamados, como si nuestro trabajo no es el que “hemos elegido”, “estar en él” desde una conciencia plena contribuirá a darle sentido.
Si nuestro trabajo es estresante, seguramente reduce nuestra flexibilidad y empatía en las relaciones, que navegan en el mar de demandas percibidas como amenazantes y presiones de todo tipo: nuestra irritabilidad aumenta y favorece un estado mental de reactividad, que entorpece la escucha atenta del otro, nos dificulta permanecer en presencia y en resonancia con los demás y empeora la situación al repetir el bucle de estrés.
Es fundamental que nos observemos a nosotros mismos y comprendamos cómo el estrés nos afecta. Si nos entrenamos en “desactivar el piloto automático” y desistimos de hacer “mil cosas” a la vez optando por estar presentes en la que priorizamos en cada momento, estaremos poniendo las bases para una mente serena, atenta, inclusiva y totalizadora que, inevitablemente, repercutirá en la mejora de nuestro rendimiento y de nuestras relaciones laborales.
Son muchas las situaciones complicadas que se nos presentan a menudo en el trabajo:
lidiamos con decisiones delicadas, con las diferencias de puntos de vista y enfoques en diversas cuestiones, con los conflictos de intereses explícitos o soterrados, con el choque de egos potentes y competitivos, con los plazos para resolver determinadas cuestiones …
Es normal que, con este panorama, en más de una ocasión “salten chispas”. Cuando nos centramos y permanecemos presentes en ellas, abrimos un espacio para responder de un modo consciente y creativo.
Siempre que tienes un conflicto con una persona, existe un factor que hace la diferencia entre dañar tu relación o fortalecerla. Este factor es tu actitud.
William James
Mindfulness utiliza ejercicios de conciencia, en ocasiones enraizados metafóricamente en artes marciales. Hablamos del “arte de resolución de conflictos”, basado en la valentía, la sabiduría, el amor y la conexión. Ignorar o evitar el “asalto” es una estrategia
pasiva que proporciona un alivio provisional, pero con frecuencia intensifica tanto la frustración del “atacante” que no tarda en “volver al ataque”.
Responder agresivamente tampoco contribuye a solucionar la situación. A través de movimientos como “entrar y fundirnos”, podemos desviar el ataque sin que nadie resulte dañado, neutralizando la agresión y transformándola:
La resolución consciente de conflictos que Mindfulness propone se apoya en los siguientes pasos
-Aceptar tal y como es el “asalto” de la otra persona, sin dejarse atrapar por juicios basados en experiencias previas o en los propios miedos o límites.
-Escuchar con atención las palabras y lo que subyace a ellas, para identificar preocupaciones, emociones o necesidades relacionadas con la posición que el otro mantiene.
-Tratar de “meternos en la piel del otro”, en sus sentimientos, en sus puntos de vista y sus argumentos.
-Descubrir los puntos comunes o de acuerdo que pueden existir, sin despreciarlos por muy pequeños que sean. Solo desde ellos puede darse una incipiente alineación y comenzar a desarrollarse un movimiento en la misma dirección.
-“Hablar en primera persona” desde nuestra experiencia, nuestros sentimientos u opiniones, sin generalizar ni poner sobre el otro la responsabilidad de lo que creemos o pensamos. Seamos ecuánimes e imparciales.
-Reorientar la interacción apoyándonos en los puntos comunes para enfocar un camino de resolución y movernos en una misma dirección. Ya no hay partes diferentes, sino un conjunto que trabaja alineado para encontrar la forma más adecuada de resolver la situación.
-Resolver no necesariamente implica una solución, si una conexión y un movimiento alineado desde el que explorar un compromiso, llegando al menos a “coincidir en el desacuerdo”.
Resulta esencial permanecer centrados en nosotros, en lo que sentimos, incluso si “lo que llega” es desagradable. Será el modo de aprovechar adecuadamente la energía del otro para fundirnos y “encontrar el movimiento”.
Es importante admitir que, en ocasiones, ni siquiera podamos coincidir en la definición del problema porque nuestras creencias al respecto sean diametralmente opuestas, con lo que de momento lo único que podamos hacer sea discrepar…Resulta sabio saber dar
incluso un paso atrás como expresión del reconocimiento de que en ese instante la resolución es imposible sin perder de vista otra posibilidad próxima.
Esta manera de afrontar los conflictos requiere tiempo y práctica, y necesita del cultivo de la paciencia y la compasión con nosotros mismos: será frecuente que nos descubramos reaccionando con miedo o enfado hasta retomar la intención interna de participar en el proceso de “entrar y fundirse”.
En la comunicación, Mindfulness va más allá de la asertividad y más allá de defenderse. Nos permite diluir situaciones emocionalmente cargadas subrayando, al mismo tiempo, la conexión, la empatía, la compasión y la armonía. El arte de resolución de conflictos nos ayuda a alinearnos, coincidir, reorientar y si es posible resolver sin que “nadie resulte dañado”.
¿Sientes útil esta propuesta en el entorno laboral?
¿Y en el ámbito personal?