Constantemente buscamos los orígenes que nos permitan entender el mundo y aporten respuestas a nuestras grandes preguntas. Con frecuencia estas tramas son “solo” cadenas de pensamiento. La realidad es que no podemos pasar apenas un momento sin pensar.
Nuestra capacidad de relacionar, analizar y elegir opciones satisfactorias ha sido y es uno de nuestros mayores éxitos como especie, pero si prestamos la suficiente atención a nuestros sistemas de pensamiento descubriremos que la mayoría de las veces no se refieren a la experiencia del presente, sino que giran en torno al pasado, recordando, o en torno al futuro, planificando.
Puede además que lo que pensamos no esté construido sobre datos tan objetivos como creemos y sean el reflejo de una “realidad deformada”. Quizá incluso descubriremos en los pensamientos una cierta manía de contar historias que una y otra vez nos imponen el papel forzoso del protagonista, aunque no sea el que tenga que ver con “lo nuestro”.
Conviene indagar si nos relacionamos de forma sana con nuestro mundo mental y cuál es el papel de nuestros pensamientos en nuestra existencia. Si son fruto de nuestras circunstancias o si su calidad está relacionada con lo que la vida nos depara. Quizá somos lo que pensamos o lo que nos contamos. ¿Quién posee a quién?
Algunos de nuestros pensamientos “favoritos” son los que tienen que ver con la propensión a pre-ocuparnos. Estos contenidos relacionados en su primera versión con aspectos de nuestra supervivencia, a poco que “los miremos” encontraremos que señalan a “otras cosas”: amenazas a aquello que creemos ser, la imagen que damos ante los demás, la posibilidad de perder oportunidades, situaciones, seres queridos, las consecuencias de tomar opciones equivocadas, no ser cómo se supone que deberíamos ser.
Con cada cambio que sucede en nuestra vida emerge una inquietud ante lo nuevo que se avecina, ante la exigencia de dar la talla y sacar el mejor partido. Puede que hasta nos preocupe preocuparnos… ¡O no preocuparnos lo suficiente!
Un caso especial que genera inquietud es el descubrimiento de que en nuestra mente aparecen en ocasiones pensamientos que “no deberían estar” por tratarse de ciertos límites que de pequeños “nos enseñaron” a no traspasar, ni siquiera de pensamiento. La realidad es que no podemos borrarlos del mapa y con nuestra lucha no hacemos sino reforzarlos. Cuando uno de ellos se aproxima a nuestra conciencia, se dispara lo que Freud llamaba “angustia señal”, que no es más que el miedo que nos invade cuando una experiencia interna no deseada se va abriendo paso en nosotros hacia la superficie.
La práctica de la atención plena nos ayuda a ser conscientes de nuestros impulsos antes de llegar a la acción. A cambio de rechazar determinados pensamientos, Mindfulness nos señala el camino de aceptar todo lo que se presente desde una distancia de desidentificación y de libertad en la respuesta. Así, conseguimos reducir la intensidad de la angustia y, con la profundización en la práctica, nos familiarizamos con nuestros contenidos mentales de forma que cada vez queden menos sorpresas internas con el poder de asustarnos.
Con la mente, observa la mente. Buda
Estos son algunos de los muchos beneficios fisiológicos, psicológicos y evolutivos que podemos trabajar con el desarrollo de este entrenamiento de la atención:
-Comienzas a relacionarte con tus pensamientos desde una distancia contemplativa
-Situándote en el observador te vas “despegando de tu programa mental”
-Te des identificas de las cadenas de pensamiento que te apartan del momento presente
-Vas desinstalando tus anticipaciones y pilotos automáticos
-Dejas de ser esclavo de tu mundo mental y sus creencias para desarrollarte como “artista de tu mente”