La boca tiene un protagonismo innegable en el acto de comer. El sentido del gusto juega un papel esencial en la experiencia de comer, en muchos casos incluso determina en gran medida nuestra elección de alimento, tanto en variedad como en cantidad.
Nuestra boca, de manera innata, desea comida, nacimos con ese instinto, sin él habríamos muerto. El deseo natural de la boca por comer nos conecta con la vida. Comprender esto puede suponer un cambio de perspectiva, situarnos en una actitud de mayor conciliación hacia nuestros impulsos.
Cuando nuestra boca demanda alimento las señales son muy claras, comenzamos a salivar y nuestro cuerpo se prepara para recibir comida. La boca desea disfrutar, desea experimentar sensaciones a través de los sabores y las texturas.
Salvo que estemos bien atentos, la intensidad de la experiencia con un nuevo bocado, nos impulsará a seguir comiendo sin considerar por ejemplo cómo de lleno está ya nuestro estómago o cómo de conveniente para nuestro organismo es seguir consumiendo más cantidad de un determinado alimento.
Posiblemente nuestra boca no quedó satisfecha y el hambre bucal seguirá manifestándose, impulsándote a comer más de la cuenta, picar entre horas continuamente …
¿Cómo podemos satisfacer a la boca y su deseo de sensaciones? ¿qué ha ocurrido después de esos primeros bocados que saboreamos y disfrutamos? Las respuestas, como en tantas ocasiones, viene de la mano de la conciencia y la atención.