Con frecuencia, mientras comemos estamos haciendo o pensando otra cosa. Hay un sin fin de actividades que solemos realizar mientras comemos, como por ejemplo consultar el móvil, escribir y contestar mensajes, ver vídeos o televisión, aprovechar ese tiempo para planificar y anotar cosas que debemos hacer después, o simplemente conversar con otros comensales, ¡o incluso a veces enfrascarnos en una acalorada discusión! En definitiva, actividades que roban nuestra atención y la apartan de lo que en ese momento debería ser su foco principal: la alimentación.
Nuestro plato aparece vacío ante nuestros ojos y no recordamos quizás más que el primer o segundo bocado que hemos tomado. A lo mejor era un plato delicioso y cuando lo hemos probado hemos exclamado Ummm, ¡qué bueno está esto! Pero enseguida hemos desviado nuestra atención a otro estímulo externo y ahora vemos como ese delicioso manjar se ha esfumado ¿te ha pasado? ¿cómo te has sentido entonces?
Posiblemente decepcionado o insatisfecho, como a falta de algo más.
Cuando introducimos el ingrediente de la conciencia, la experiencia de comer se transforma, cobra otra dimensión. Comer conscientemente supone darnos cuenta de que estamos comiendo mientras estamos comiendo. ¡Ni más y ni menos que prestar atención a lo que está ocurriendo! Esto es lo que entendemos por mindfulness: la práctica de la atención consciente, en este caso aplicada a la alimentación.