El viaje de la heroína

 

La gran búsqueda

El viaje de la mujer heroína comienza con la búsqueda de la propia identidad. En esta búsqueda, una pregunta poderosa se despierta en nosotras:

“¿Quién soy?”

Esta pregunta puede surgir porque nuestro antiguo “yo” se nos ha quedado caduco y limitado. Generalmente, esto ocurre tras una crisis, como lo pueda ser la ruptura de una relación amorosa, una pérdida importante o una enfermedad.

Gracias a ese momento doloroso, a menudo nos damos cuenta de que “seguir siendo oruga” no nos hace feliz, e intuimos que no sólo somos eso que hasta la fecha creíamos.

Comenzamos a sentir, entonces, a la mariposa que habita en nosotras. Queremos despertar y abrir las alas, a pesar de que ello signifique “salir” de nuestra área de control y confort.

En esta aventura de la autoconsciencia necesitamos consolidar nuestra identidad personal como mujeres, para desde ahí abrirnos a una mirada más amplia y profunda.

En este sentido, podemos decir que no existen “atajos” para descubrir la sabiduría esencial. Para abrir las puertas a nuestra profundidad, inevitablemente tendremos que recorrer nuestro propio viaje iniciático, una aventura en la que descubriremos tanto aspectos luminosos, como aspectos sombríos de nosotras mismas.

En este proceso, las mujeres nos tornamos más íntegras, al tiempo que nos apropiamos plenamente de nosotras mismas y nos preparamos para habitar capas más hondas del ser.

Según el gran místico Aurobindo, la aventura de la autoconsciencia consiste en hallar el tesoro que yace en la identidad profunda.

Se trata de un “lugar” donde se da el despliegue de la chispa divina que reside en todos/as nosotros/as, y que inspira el camino en cualquier experiencia de despertar.

El camino espiritual

El camino de la espiritualidad no trata de “transportarnos” a otra realidad, sino, por el contrario, de transformarnos en nuestro gran laboratorio por excelencia: la vida cotidiana.

La vivencia espiritual, por tanto, no nos desconecta de la vida, ni tampoco consiste en engrandecer nuestro ego para hacernos sentir más importantes.

En realidad, el desarrollo transpersonal nos permite desplegar insospechadas cualidades que nos capacitan, entre otras cosas, para sostener y aceptar el dolor de la vida, sin que éste se convierta en sufrimiento.

Ser plenamente humanas, al tiempo que nos vivimos desde un Yo más sabio, amplio y compasivo, significa tender puentes entre la tierra y el cielo, entre la materia y el espíritu… Esta integración nos permite expresarnos desde el corazón, la profundidad y la ternura que somos en esencia.

TEXTO INSPIRADO EN EL CURSO:

Facilitadora en Círculo de Mujeres