A continuación, presentamos un modelo de la evolución de la consciencia, a través de varias etapas de expansión en este proceso evolutivo.
Así como diferenciamos entre la edad de un niño y la de un adulto, también podemos referirnos a una edad evolutiva de la consciencia que diferencia, por ejemplo, el nivel de conciencia de una ardilla del de un Buda, o bien el de una criatura del de un anciano.
Esta clarificación de la edad evolutiva no solo es aplicable al individuo, sino también a un pueblo o sociedad. Por otra parte, la Rueda de la Consciencia no es una clasificación lineal, sino que concibe todos los niveles en simultaneidad.
La Escuela de Desarrollo Transpersonal ha conformado este mapa integrador que, inspirándose en escritos de Wilfried Nelles, Ken Wilber, Jean Gebser y Gary Lachman, condensa unas bases de reflexión que pueden ser de utilidad para quienes se dedican al acompañamiento transpersonal.
Esta imagen reúne las 7 etapas que posteriormente desarrollamos en mayor detalle:
Etapa 1: fetal
En el desarrollo de la vida de un ser humano, este primer escalón corresponde a la etapa fetal de la consciencia, en la que prevalece la unión con la madre. Esta simbiosis del feto que todavía no conoce la dualidad, representa un estado de unidad preconsciente en el que priman los factores biológicos y no hay todavía individualidad que permita al ser humano auto determinarse y superar el estado de total necesidad en el que vive.
A nivel Humanidad, la etapa fetal de la consciencia señala el momento histórico en el que el ser humano se organizaba en hordas recolectoras y cazadoras, y en las tribus nómadas que nos precedieron en tiempos arcaicos. En este estadio, la manifestación de la conciencia es tan sólo instintiva, y el ser humano se encuentra
absolutamente identificado y fusionado con la naturaleza, a la que percibe como la madre tierra.
Etapa 2: infancia
En el desarrollo de la vida de un ser humano, este segundo paso corresponde a la infancia de la consciencia, una etapa todavía preconsciente, pero ya con un principio de consciencia de sujeto–yo separado o individualizado de la naturaleza frente a un “tú”, o “gran otro”.
En sus niveles iniciales, esta etapa se manifiesta en la conciencia mágica de un todopoderoso y egocéntrico niño que se vive desde una pertenencia dependiente a la familia. Aquí, la identificación con el clan, la religión o la patria refleja un fleco del anhelado estado fusional con aquel paraíso en el que no había separatividad ni división alguna. En este estadio, el ser humano es súbdito de dogmas, banderas y tronos; se trata de una etapa en la que prevalecen los ritos, así como la fe y lealtad ciegas. La identidad todavía está confundida con el origen, y se extiende a la cultura, la raza y la nación.
En la infancia de la consciencia, el ser humano –o, en su caso, el colectivo– es como un niño desamparado por su reciente separación con la madre, por lo que necesita de sobrenaturales mitos que le proporcionen amparo; en este estadio, se mueve entre premios y castigos, y figuras mágicas y míticas en torno a las que se establecen códigos de conducta que vienen de “arriba” y que una suprapolicía divina se encarga de controlar.
En esta etapa, la mujer se ve sometida al patriarcado, al tiempo que el ser humano se vive expulsado de un paraíso, así como nostálgico de un pasado glorioso. La vida humana consiste en atravesar el “valle de lágrimas” de la separación y la carencia, para retornar algún día al celestial origen, aunque sea mediante el sacrificio y el dolor.
La estructura social en esta segunda etapa consiste en teocracias absolutistas. La casta sacerdotal, los líderes tiranos y los monarcas por derecho de Dios son las figuras de autoridad en torno a las que se organiza la infantil humanidad. Es este el nivel propio de las guerras por creencias y de la exclusión a todo lo que sea diferente a lo propio. Así, el lema de este estadio se podría sintetizar en: “Nosotros sí; vosotros no”.
Etapa 3: juventud
En el desarrollo de la vida de un ser humano, este tercer escalón corresponde a la juventud de la consciencia. En este estadio se deja atrás la preconsciencia, para dar lugar al hombre y la mujer contemporáneos, que ya han desarrollado un yo autónomo e independiente tras la conquista de la dimensión racional.
Galileo Galilei fue uno de los primeros exponentes de este estadio, por sus “arriesgadas” teorías y pionero de la revolución científica. De hecho, por ser pionero en un nuevo estadio de consciencia, Galileo sufrió el castigo de sus contemporáneos, quienes no podían todavía digerir el mundo lógico de la razón positiva que más tarde nos liberaría de la superstición y los dogmas.
Las grandes ciudades del siglo XXI todavía tienen una gran representación de este nivel, conformadas por ciudadanos cuya “gafa de ver la vida” es todavía, en muchos casos, la de la ciencia positivista y el desarrollo de un pragmático cognitivismo. Estamos antes el homo teconológicus y económicus que ha aprendido a “ir a lo suyo” separándose de la “manada” tanto familiar como cultural, y optando por aquello que más le conviene como individuo separado e independiente. En el cemento de las grandes ciudades Dios ha muerto, y la religión ha dado lugar a ideologías políticas y económicas que rigen el cada día.
La patología de este nivel está en un exceso de materialismo sin sentido, que da lugar a un existencialismo desencantado en el que tan sólo el dinero y el placer, la razón y el fortalecimiento del ego priman en el recorrido de la vida.
Este ser humano de consciencia joven se vive aislado y con el alma reseca de tanto exceso de racionalismo. No encuentra consuelo en la mirada al pasado, ni divisa horizontes más allá de lo que su razón alcanza a concebir. Sin embargo, la carrera evolutiva no se detiene aquí, sino que, por el contrario, anuncia la frontera hacia estadios de consciencia más amplios y profundos denominados transpersonales.
El “lema” en torno al que gira la percepción de la vida en este estadio es: “Produzco, quiero, puedo”.
Etapa 4: adultez
En el desarrollo de la vida humana de un ser humano, este cuarto escalón corresponde a la consciencia adulta y, simbólicamente, es representada por el corazón.
En la evolución de la Humanidad, este estadio se corresponde con una sociedad enraizada en la inteligencia del corazón, que da lugar a una consciencia compasiva e incluyente. De la humanidad adulta nacen iniciativas globales, redes
transnacionales y movimientos humanistas que trascienden el origen, la cultura y los propios rasgos de procedencia.
En este nivel aflora el alma y la vida es percibida desde los ojos del amor como estado de consciencia. En esta cuarta etapa, el ser humano de nuevo emprende un movimiento de reunión y vínculo, pero ahora con su “familia elegida” o personas afines con las que uno elige compartir vida.
Aquí, el ser humano ya ha transitado la etapa previa en la que ha consolidado su individualidad, y ahora es capaz de establecer alianzas desde el compromiso, la conciencia sistémica y la compasión. Prima el sentimiento de hermandad y cooperación, así como la tolerancia a las diferencias debido a que ya no hay necesidad de reafirmar la propia identidad negando a quien es diferente.
La necesidad de control y el consiguiente miedo de la etapa anterior dan lugar a la confianza transracional y a una percepción más amplia y profunda de la vida. Desde la consciencia adulta, el ser humano sabe de la utilidad y del valor de la herramienta de la razón, pero, al mismo tiempo, la “coloca en su lugar”, la dimensión lógico–racional cede su reinado a una consciencia ampliada.
El mantra que recoge la esencia de este estadio es: “Puedo ser como soy, puedes ser como eres”.
Etapa 5: mayorez
En el desarrollo de un ser humano, este quinto escalón corresponde a la mayorez de la consciencia. A nivel Humanidad, se manifiesta desde la conciencia transpersonal en el espíritu de servicio y contribución a la paz y bienestar global.
En esta etapa, el ser humano ha ido más allá de su ego o yo persona, y su motor es el amor en acción, que le impulsa a expresar la misión de su vida con plena entrega, sin peligro de que el ego se vea “inflamado” o sobredimensionado por los reconocimientos recibidos.
Este estadio tiene que ver con la vocación –la propia voz–, así como con la expresión creativa de quien se reconoce como el propio modelo y pone su vida a disposición de una causa mayor, por la que superar obstáculos y entregarse a la verdad, la bondad y la belleza de su ser.
La estructura sociocutural que nace de este nivel se basa en redes colaborativas y se sustenta sobre valores universales.
Este estadio de consciencia da lugar a la figura del acompañante transpersonal, que desarrolla su labor brindando una ayuda nacida de la vocación y el propósito profundo de vida.
Así, el lema que expresa el núcleo de esta etapa es: “Estoy al servicio”.
Etapa 6: ancianidad
En el desarrollo de la vida de un ser humano, este sexto escalón corresponde a la ancianidad de la consciencia. A nivel Humanidad, se manifiesta como la voz de la experiencia y la sabiduría en un nivel de visión transpersonal que integra la unidad de la conciencia y la multiplicidad de la forma, y que asimismo señala la contemplación y la alegría primordial como epicentro de la vida.
La visión de este estadio conlleva lucidez y amor como conjunción de experiencias que trascienden el tiempo y el espacio en la interioridad de la esencia.
La transparencia y la atestiguación de procesos internos y externos de la propia vida señalan a la percepción propia de este estadio, así como la paz profunda y la comprensión afinada del Misterio transracional.
En la ancianidad de la consciencia se manifiesta el aperspectivismo y la visión diáfana.
Uno vive en estado de atestiguación, reconociéndose como espectador del mundo.
Etapa 7: muerte
Nirvana, extinción, llegada, conclusión. Fin y principio. Océano infinito de conciencia. Tao. Más allá de toda dualidad. Se manifiesta el poder de la quietud primordial en la que todo ES.
Conclusiones
Primero: aunque el término etapa parece señalar un ascenso lineal o jerárquico, todos los niveles o estadios de la consciencia son simultáneos. De la misma forma que un adulto no es “mejor” que un niño, ningún escalón es tampoco “mejor” o “peor” que otro: ver la vida desde el 4º piso no es “mejor” que verla desde el 3º, simplemente se trata de distintas formas de vivirse y de percibir la vida.
Segundo: el hecho de reconocerse en uno de los niveles no quiere decir que los atributos de niveles precedentes queden sepultados. Recordemos que cada nuevo escalón integra y trasciende el anterior, al igual que sucede con la evolución biológica y cognitiva: las características que desarrolla un niño siguen estando presentes en un adulto, si bien este último ha ido más allá que el primero. Otra metáfora que facilita esta comprensión es la de la construcción de un bloque de pisos: una vez construido el primer piso, puede iniciarse la del segundo; los pisos precedentes no “desaparecen”, sino que conforman la base de lo que se construye por encima.
Tercero: si durante la lectura de este mapa hemos tratado de situarnos en un nivel determinado, convendrá tener en cuenta que los siete estadios mencionados no son órdenes cerrados y que el ser humano está, de alguna forma, en resonancia con los siete. Otra cosa es que reconozcamos con humildad que, en esta etapa de nuestra vida, una parte preponderante de nuestro trabajo evolutivo se halla inmerso en un estadio predominante, aunque existan resonancias, en menor cuantía, de los demás.
Nos encontramos en un momento de gran aceleración evolutiva que nos va a permitir poner nuestra mirada en la autorrealización de potenciales insospechados. En consonancia con la pirámide de necesidades de A. Maslow, podemos afirmar que una parte de esta Humanidad comienza a trascender los niveles básicos de la misma, y comienza a orientar su mirada hacia la reveladora Conciencia de Luz.
Evolución de la consciencia humana en 7 etapas, por José María Doria
http://josemariadoria.com/evolucion-de-la-consciencia-humana-en-7-etapas/