La Consciencia Testigo en lo cotidiano

Ante una vida cotidiana en la que tenemos que soportar muchas soledades y encajar un sin fin de frustraciones, podemos cuestionar de qué sirve “darse cuenta” y expandirse desde una Consciencia Testigo.

¿De qué puedes servir darnos cuenta de que estamos levantando innecesariamente la voz, o de que es la tercera vez que repetimos algo en una conversación? ¿Es estéril el simple darse cuenta?

La clave reside en la diferencia cualitativa entre los actos automáticos y los actos conscientes u observados. Cuando auto-observamos un propio proceso pensante, tenemos opciones distintas a lo que simplemente nos “gratifica” o nos “sale” hacer.

Si no nos damos cuenta, carecemos de toda opción, y en consecuencia nuestro comportamiento no deja de parecerse al de un organismo que funciona con el automatismo de sus puras necesidades biológicas, de sus pulsiones emocionales y de su condicionado programa general.

¿Para qué complicarse la vida con más consciencia de la complejidad?

En la actual cultura del progreso, predomina una mayoría de mentes adormecidas; el ciudadano ignora que vive anestesiado en el seno de una profunda desorientación de valores de cooperación inherentes al ser.

Corazones ausentes de cualquier tipo de Misterio transracional, inmersos en el formateo del modelo oficial estrictamente racionalista, vivimos hipnotizados en un estado subóptimo en el que nuestras mentes están totalmente condicionadas y fascinados por el ciego entusiasmo de un “progreso” asentado en valores egocéntricos, que arrasa el medio ambiente, la calidad rebosante del vivir y fomenta la pérdida del sentimiento de hermandad universal.

Nos comportamos como hombres y mujeres envueltos en la ceguera de la prisa y del miedo, en una permanente huida de nosotros mismos. Este modelo de visión no contempla más que la dimensión exterior de la vida, mecanizando e intoxicando los corazones y los cuerpos de los seres humanos que todavía “sienten” y se muestran interesados en el mundo de los significados.

Este oscuro escenario no obvia que en el seno del Sistema puedan existir muchas personas altamente interesantes y lúcidas. Por otra parte, en las sociedades primitivas o subdesarrolladas también afloraron las mismas tendencias de egoísmo y supervivencia.

Rostros glotones de un efímero placer por dominar, adquirir, poseer, usar y abandonar… Modas de cuerpos estándar, clónicos, de blindajes interiores y habilidades artificiales se extienden como virus mental entre euforias alcohólicas y depresiones afectivas. Un contexto en el que se ha perdido el “sentido profundo de la vida” y el poder de la sinceridad.

Estas palabras no condenan a nadie, sino más bien señalan actitudes obsoletas y dolorosas. En todos los niveles de desarrollo, podemos hallar personas sensibles y sabias. Tal vez esta densidad de costumbres cotidianas ya no resuena con muchos de nosotros porque representan tan sólo una etapa superada de nuestra vida.

Sin duda estamos avanzando como humanidad y aunque pueda haber muchas cosas que no nos gustan… probablemente prefiramos el mundo de hoy, respecto al del ayer. Al menos en términos de maduración.

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