La Psicología Transpersonal reconoce al yo o ego como un constructo del cuerpo. Este cuenta con un poder sugestivo de tal dimensión, que nos lleva a desatender quiénes o qué somos en nuestra identidad esencial. Creemos ser un yo, cuando, en realidad, “tenemos un yo”.
Sucede que, de un lado, entendemos que somos el ego que nuestro cerebro fabrica y, de otro, nos entrevemos como identidad transpersonal o esencial que nunca hemos dejado de ser: la no nacida, inalterable y unitaria que llamamos conciencia.
La fecha de caducidad de nuestro yo y su tendencia a autoafirmarse dramatizando y ofreciendo resistencia a lo que sucede, velan la clara luz de lo que Es: eso que filósofos, sabios y místicos de todos los tiempos han vivenciado y reconocido como inefable.
En esta paradoja humana de la doble identidad se fundamenta la Psicología Transpersonal y el Desarrollo Transpersonal apunta a la vivencia de trascendencia que se asienta en dicha fundamentación.
Por otro lado, el Desarrollo Transpersonal desbroza el camino de la conciencia de unidad como nivel interior que trasciende las dualidades y mareas propias de la percepción dividida de la conciencia egoica. Desde una dimensión honda, la felicidad se equipara a un estado de alegría sin causa que acontece por el solo hecho de existir y reconocerse como vida, pero, cada uno de nosotros, desde nuestro correspondiente nivel de autoconsciencia hemos formulado la concepción de felicidad que hemos sido capaces de forjar.
El estado de felicidad que hoy anhelamos tiene más que ver con la unificación que se deriva de ensanchar la mirada para no perder de vista las dos caras de la moneda y, así, acercarnos al trascenderlas. No soltamos una de las dos caras cuando nuestro yo se ve afectado por la intensidad transitoria de la otra. Nos gustaría además devenir capaces de recordar que toda situación tiene en sí misma otra cara que refleja la realidad opuesta, más allá de si es o no atractiva.
La conciencia de unidad representa la Ítaca del hombre y la mujer que recorren el viaje.
Desde la inteligencia transpersonal desarrollamos la visión integral que contempla la moneda entera, con ambas caras. Cuando estamos en marea alta, nos gustaría reconocer que en nuestro mar hay también marea baja, y que ambas forman parte de una unidad que, desde la ecuanimidad, se surfea sin hincharnos en las subidas ni contrariarnos en las bajadas.
Ante el desencanto nuestro ego dividido entra en dramatización y queja por no ver que también coexiste, aunque oculta, la otra cara de la moneda. Es la conciencia sin fronteras la nos lleva a comprender, sin que por ecuanimidad empalidezcan las risas y lágrimas que nos encuentran en el camino de la vida, que cualquiera de los estados que vivimos es tan solo una cara pasajera.
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