La gestión del miedo a la pérdida en estos tiempos

 

Cuando las cosas se muestran inestables y nada funciona, quizá nos demos cuenta de que estamos a punto de entrar en algo. Tal vez entendamos que es un lugar muy tierno y vulnerable, y que la ternura puede ir en ambos sentidos. Podemos encerrarnos en nosotros mismos y estar resentidos o inmersos en el sufrimiento; o podemos entrar en contacto con esa cualidad palpitante. Definitivamente, hay algo tierno y palpitante en la sensación de no tener dónde agarrarse.

Pema Chödron

Qué duda cabe que la situación mundial que estamos viviendo por el COVID-19 nos ha hecho parar radicalmente. En este “parón” todos y cada uno estamos enfrentándonos a nosotros mismos y a nuestras pérdidas, o bien al miedo a la pérdida.

Sumergidos como estamos habitualmente en las rutinas, el trabajo y los infinitos quehaceres, no solemos darnos cuenta de los miles de actos inconscientes que llevamos a cabo cada día.

Con el “automatismo puesto”, es difícil ser consciente de las sucesivas pérdidas que vivimos continuamente, así como de llegadas y partidas que suceden a nuestro alrededor… Hasta que nos sentimos golpeados, sacudidos por una pérdida o por un “parón” de esta categoría.

Cuando enfrentamos la pérdida, nos preguntamos qué y cómo ha llegado a nosotros, quién lo ha traído; de repente, nos hace sentirnos extraños del mundo que nos rodea y de nosotros mismos. Algo se ha roto, algo que estaba ya no está… Nos sentimos un poco ciegos, un poco sordos, un poco ajenos…

Quizá hayamos recibido señales, datos, noticias, avisos de lo que estaba por llegar… Quizá, incluso, hayamos imaginado que sucedería. Pero ahora… ahora el vacío, el desgarro, el extrañamiento que nos habita puede ser tal, que nuestras previsoras e imaginadas protecciones son como restos de juguetes rotos, arrasados por la más feroz de las tormentas.

Puede ser que estés viviendo algo parecido en estos momentos, sintiendo el efecto de una pérdida reciente, o incluso reviviendo resonancias de las pérdidas pasadas.

¿Qué se puede hacer ante el sentimiento de desgarro?

Es evidente que nadie puede quitarnos el dolor.

Pero, ¿podemos hacer algo para relacionarnos mejor con nuestro dolor? ¿Podemos abrirle un espacio interno, permitirle que sea, y no convertirlo de esta forma en sufrimiento?

Lo cierto es que el proceso del vivir nos demanda constantemente un ejercicio de soltar y entregarnos a la inevitable impermanencia.

– “¿Cuál es el secreto de tu serenidad?”

– “Cooperar incondicionalmente con lo inevitable”

Aforismo budista

Desde que dejamos la cálida fluidez del útero materno hasta el día de hoy, nuestra vida se construye como una incesante sucesión de cambios. Y cada cambio conlleva un soltar, es decir, un perder… Para después encontrar que siempre se abre un nuevo horizonte.

Estamos inmersos en este vaivén de pérdidas y ganancias en el que, con cada nuevo ciclo de la espiral, se ensancha un poco más nuestra consciencia y se abre un poco más el corazón.

Somos quienes somos gracias a lo ganado… y también a lo perdido.

Presencia y más presencia

Hay algo que caracteriza a las pérdidas que realmente duele, y es la renuncia forzada a lo que querríamos seguir teniendo.

El mero hecho de imaginar que podemos perder algo que nos resulta tan valioso puede producirnos un profundo temor que nos haga aferrarnos con fuerza a lo que no se quiere perder.

¿Cómo lidiar con este natural sentimiento y, a la vez, con la ley del cambio permanente?

La presencia es, posiblemente, la mejor medicina en estos casos: presencia en este instante en el que tal vez no he perdido nada, presencia en mi dolor cuando sí he perdido, presencia en la vida que sucede AHORA sabiendo y confiando en que, en cada momento, se revela el siguiente paso del camino, presencia desde mi centro para observar el fuerte oleaje del alrededor…

Presencia y más presencia.

El miedo puede llegar a ser una emoción de gran intensidad que, de no ser reconocida y sostenida, fácilmente inunda el momento presente.

Si el miedo nos lleva a la acción, éste pronto desaparece: ha cumplido su función.

Pero si se trata de un miedo incierto y alargado en el tiempo, acaba generando escenarios que nada o poco tienen que ver con este instante: resonamos con momentos de miedo vividos en el pasado y hacemos real de nuevo ese escenario que no pertenece al momento presente; nos anticipamos imaginando y recreando situaciones futuras que tampoco son ahora…

En el fondo de nuestro corazón sabemos que, por mucho que duela o nos dé miedo una situación, esto también pasará, como pasa todo, como cambia todo…

Presencia y más presencia

Acompañamiento en Procesos de Duelo y Muerte