La meditación está más allá de las creencias

La meditación está más allá de las creencias

Todo cristiano, hinduista, musulmán, judío, budista o practicante de cualquier otra religión no va a entrar en contradicción con sus creencias porque la meditación nada tiene que ver directamente con las mismas. La práctica de la meditación trasciende el plano racional mental y por tanto apunta más allá. Por lo anterior, quien practique su correspondiente religión no solo puede adentrarse en la meditación, si además desea profundizar en las raíces de sus propias creencias, la práctica meditativa le será de gran ayuda.

En realidad, no hay religión que además de oración no ofrezca a sus fieles más avanzados espacios para el cultivo de la pura contemplación.
Los ámbitos más profundos de las diferentes iglesias tienden a promover el silencio contemplativo para mejorar la comprensión y resonar en la esencia del corazón.

El mencionado ámbito contemplativo va más allá de los dogmas y, de hecho, gracias al mismo se facilita la toma de consciencia de las propias creencias, que son tan observables como cualesquiera de otros programas mentales también sujetos al cambio y la transformación.

Conviene pues, discernir entre la meditación y la religión.

La meditación es una vía universal de observación silenciosa que por su dimensión transpersonal está más allá de las creencias, doctrinas y ritos de cada respectiva religión.

En realidad, la meditación ni es religión, ni filosofía, ni ideología. Se trata de una pura práctica a la que se le que puede adicionar el calificativo de “sagrada”, entendiendo por sagrado todo aquello que puede conducirnos a una verdad más profunda de nosotros mismos.

Así, es frecuente ver a sacerdotes, lamas, yoguis, chamanes, rabinos…, adentrándose en un reverente silencio contemplativo que a todos unifica y desde el que se trascienden las creencias del nivel mental.

Se dice que mientras la oración es un “hablar con Dios”, la meditación es un “escuchar al mismo”.

Mientras que la oración se desenvuelve en el plano racional y verbal de la intención y el entendimiento, la meditación va más lejos y se adentra en la ecuánime atestiguación de lo que hay.

Así como la oración suele consistir en una petición de deseos y reconocimientos en el seno de emociones tales como la devoción, la carencia, el deseo, el temor, la esperanza…, la meditación trasciende el nivel de recuerdos y anticipaciones, al tiempo que conlleva un vaciamiento de expectativas en la reunión con la ahoridad de lo que ES.

El acto de escuchar conlleva un acrecentamiento de la atención que afina el oído y nos torna más receptivos a la intuición. De hecho, sentarse a meditar y enfocar la atención en los sonidos circundantes, es una forma de refinar progresivamente el enfoque y poder escuchar al corazón.

Instructor/a de Meditación