El lenguaje común resulta escaso para expresar lo que sentimos o vivenciamos. Es verdad que nuestra semántica produce nuestro pensamiento lógico y racional, que los pensamientos que formulamos surgen del verbo y son la clave para que alcancemos razonamientos, pero también existe el pensamiento divergente, que lejos de presuponer secuencias concretas y ordenadas, indaga en las distintas dimensiones de una potencial idea, expandiéndonos hacia nuevos horizontes.
Al centrar desde el silencio nuestro enfoque en la actividad que tenemos delante, nos colocamos en un estado de atención desde el que podemos relativizar cada impulso que la cotidianidad nos trae. Mediante la observación mantenida de nuestro cuerpo y nuestra mente, testigo de nosotros mismos y de nuestras acciones, desplegamos la capacidad de integrar de un modo sencillo nuestras luces y sombras.
En una actualidad de modos tradicionales ya precarios, vivimos enfrentados a un obstáculo tras otro y estamos convocados a diseñar, sin dilación, nuevas formas de razonamiento y acción e interactuación mediante el pensamiento creativo, improvisando en estado de presencia y con una nueva mirada.
Así las cosas, en nuestra sociedad se hace más necesaria que nunca la figura del terapeuta que integre la mirada del arte transpersonal.
El arte, tan ligado a la creatividad, realmente resulta de la percepción ensanchada de nuestro entorno junto a su expresión hacia los demás a través de las emociones y mediante el uso de nuevos medios.
Que algunas personas con una inteligencia artística activada sean capaces de desarrollar pingües y magnas creaciones a partir de su imaginación y recursos, no significa que otros carezcan de iguales habilidades.
La creatividad pone en marcha ideas que brotan desde nuevas perspectivas, desde diferentes niveles de consciencia, apuntando tanto a la innovación como a la utilidad.
Como terapeutas con el arte acompañamos a otros en el despertar de su creatividad natural. Desde esta perspectiva sabemos que no sólo nos mostramos artísticos al pintar un lienzo, escribir un verso o tallar una obra. También somos creativos cuando elaboramos respuestas fluidas y originales, al tiempo que nos reinventamos con cada situación a la que nos enfrentamos: cada reunión, embotellamiento, negociación, llamada telefónica, paseo cotidiano, regalo, mudanza, ponencia o viaje.
Un terapeuta sabe que cada expresión de arte contiene una experiencia personal y espiritual transformadora. Desplegar la creatividad y nuestro territorio más artístico constituye un exquisito modo de adentrarnos en una práctica de auto indagación y autodescubrimiento que nos conecta con algo mayor.
La misión de la terapia con el arte no se limita a mostrar nuestro ingenio o nuestro mundo interno a través de herramientas artísticas, más bien tiene que ver con el reconocimiento de la propia vida como obra de arte. En nosotros reside la responsabilidad y la creatividad precisas para hacer de nuestra vida un proceso artístico.
Terapia con el Arte