Todo ser humano, una vez que ha alcanzado cierto estado de autoconciencia, desea sentir que su vida tiene un sentido más profundo que el mero existir y consumir, y una vez que empieza a sentir de este modo, desea también que la organización social se corresponda con este sentimiento.
La vida en plenitud requiere un trabajo incesante de acogimiento e integración del caos de los opuestos, de la complejidad de afuera y adentro. Hemos identificado la buena vida con el consumo material, hemos deshumanizado el trabajo y el estudio haciéndolos competitivos y aburridos, y hemos promovido la inseguridad y la desconfianza en uno mismo.
Hemos desarrollado para la salud sistemas costosos e impersonales, hemos aceptado instituciones gubernamentales no controlables y poco confiables que devoran la riqueza bajo todas sus formas. Sin embargo, hoy sabemos que las mismas fuerzas que nos han llevado al borde del abismo portan en su interior las semillas de la renovación y de la transformación.
La clave de este cambio es descubrirse a uno mismo. La transformación nos pide estar despiertos a la emergencia de un nuevo ver. La expansión de la consciencia es la más arriesgada de cuantas empresas se puedan acometer en este mundo. Ponemos en peligro el statu quo arriesgando nuestra comodidad porque aceptamos que no tenemos otra alternativa que la transformación.
En medio de la crisis consumista brota una búsqueda de sentido y se advierte una creciente nostalgia por lo espiritual, comienza a descubrirse que la felicidad es algo más que el hecho de tener 5% más de bienes cada año. Psicólogos, filósofos y científicos han dedicado la energía de su madurez para tratar de comprender la necesidad de trascendencia y el ansia irreprimible de sentido del ser humano
La Psicología Transpersonal parece haber nacido para responder a esta perspectiva de reunir en nosotros los mundos opuestos y lograr un equilibrio interior que se haga visible en nuestro planeta.