El punto de encuentro entre la Meditación y la Respiración Holoscópica
Aunque aparentemente haya acciones específicamente relacionadas con el ámbito de lo Terapéutico, y otras con el de la Meditación, en realidad ambas, Meditación y Terapia, convergen en su propósito profundo.
En este artículo profundizaremos precisamente en el punto de convergencia entre la práctica de la Meditación, propia de la Cultura del silencio y la contemplación, y la Respiración Holoscópica, técnica terapéutica basada en la hiperventilación.
El primer punto de convergencia entre la Meditación Transpersonal y la Respiración Holoscópica se hace evidente cuando el participante se dispone a vivenciar una sesión de Respiración Holoscópica: el primer paso, le explica el facilitador, consiste en sentarse en meditación durante 20 minutos.
En esos 20 minutos, uno sencillamente permanece en sí mismo, con lo que hay, con lo que es… Dejando que “su mente piense”, observa los contenidos mentales, favoreciendo de esta manera un estado de mayor sosiego y paz.
Tras los minutos iniciales de meditación, el participante es invitado a tumbarse para iniciar la práctica de la Respiración Holoscópica. En realidad, ésta viene a ser una continuación de la Meditación, solo que ahora el viaje prosigue hacia el inconsciente. Uno permanece en atención consciente, atestiguando contenidos que en ocasiones habían quedado profundamente relegados en el olvido…
Finalizado el viaje, nos sentimos más livianos, más conscientes y lúcidos: “algo” se ha recolocado e incluso sanado. En la meditación de cierre, tras la práctica de la Respiración Holoscópica, y ya sentado en postura vertical, uno se siente como un vaso de agua: de pronto, todas las partículas que antes flotaban, ahora posan al fondo. La consciencia, como el agua, se torna nítida, la visión es más clara y penetrante…
En este “viaje” consciente al inconsciente (aunque suene paradójico, la vivencia puede ser descrita a menudo como un “estar soñando, pero conscientemente”), meditación y terapia se dan la mano.
En realidad, en su base, el trabajo terapéutico tiene como propósito el “atravesar el oscurecimiento en la percepción del ego humano, para que la expresión plena de las potencialidades de la persona pueda desplegarse”, en palabras del psiquiatra Claudio Naranjo.
Por otra parte, José María Doria describe con estas palabras el propósito de la práctica meditativa:
“La práctica meditativa, aunque en su ejercicio se realice en postura sedente y sin movimiento alguno, no es en absoluto pasiva, ni consiste cerrar los ojos a ‘lo que hay’. En realidad, el gran trabajo del meditador es mantener la atención y devenir consciente de lo que pasa, tanto dentro de su cabeza y de su corazón, como del llamado “afuera”.”
La Psicología Transpersonal integra lo propio tanto del ámbito terapéutico, como del espiritual o transpersonal. En un proceso de desarrollo transpersonal se trabaja en una mayor integración de la identidad personal, a la vez que se abren puertas a la dimensión transpersonal de la existencia.
Veamos esto con más detalle: en un proceso terapéutico transpersonal, la persona despliega una mayor autoconsciencia en torno a sus conductas y hábitos, a su forma de ser hasta ese momento y a la raíz de determinadas problemáticas que vive en el día a día.
Al mismo tiempo, se encuentra con preguntas acerca del sentido de su vida, de quién es más allá de las ideas preconcebidas, de cómo puede vivir con mayor plenitud y confianza… Y otras cuestiones relacionadas con lo trascendente.
En este punto es donde precisamente se encuentran la práctica de la Meditación Transpersonal y el trabajo terapéutico a través de la Respiración Holoscópica.
Ambas prácticas se basan en el darse cuenta. Asimismo, ambas vías nos ponen en contacto con zonas internas dolorosas y, al mismo tiempo, con la necesidad de desplegar herramientas de gestión no solo de ese dolor, sino de la vida en general.
Tanto en la práctica de la Meditación Transpersonal, como en la de la Respiración Holoscópica, es condición nuclear el cultivo de la presencia: ambas vías nos invitan a aprender a permanecer en nosotros mismos, cual testigos silenciosos y amorosos. Este estar en presencia potencia importantes y transformadoras tomas de consciencia o insights.
Vemos, por tanto, que la actitud es otro de los puntos en común de ambas vías. El practicante se entrena en desplegar una actitud amorosa y acogedora hacia lo que hay. Esta actitud le permite abrazar la vivencia en toda su magnitud: con sus luces y sus sombras.
Meditación y Respiración Holoscópica, silenciación consciente y comprensión sanadora, se dan la mano para abrir vías a nuestro corazón.
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