Mindfulness aplicado al deporte. La clave está en darse cuenta y comprender.

 

 

El ejercicio físico y el movimiento del cuerpo son inherentes a nuestra condición humana. A lo largo de nuestra evolución la actividad física ha tenido continua presencia en la vida cotidiana. Desde los inicios de nuestra organización en grupos sociales, roles y actividades, abrimos la puerta a experimentar los favores del ejercicio físico. Los estados pretendidos a través de estas prácticas han dependido de la significación del movimiento en cada cultura.

Hace miles de años forjamos el concepto de “practicar ejercicio físico” tal y como hoy lo conocemos. En los pretéritos rituales encontramos danzas de uso corporal alternativo al movimiento vinculado a las tareas de supervivencia. Con ellas activábamos nuestra relación con la deidad, conectados con el propósito de superación y el sentido de transcendencia.

 

“Las razones para practicar deporte son múltiples, pero, quizás, la que está en la base de todo es que el ejercicio físico es una actividad en la cual se pone en funcionamiento al mismo tiempo la parte física, la mental, la emocional y la espiritual de la persona …”

“… resulta paradójico que la misma actividad pueda cumplir fines tan distintos según quién la lleva a cabo, pero el deporte tiene esta naturaleza compleja y no siempre clara. Lo que aparentemente es tan simple como un hombre corriendo, una mujer nadando o una tenista en la pista puede obedecer a intenciones muy diferentes”. Santos Torralba

En la actualidad practicamos deporte para sentirnos mejor, para librar la rigidez de la vida hiperactiva o para buscar “tan solo” mantener o mejorar nuestro estado de salud. Pero también lo hacemos para exhibir nuestra fuerza o demostrar destrezas personales y sentirnos reconocidos. Incluso buscamos trascender los propios límites con una inquebrantable intención de autosuperación, y hasta practicamos desoyendo tales límites con las consecuentes lesiones.

Sabemos de los beneficios a nivel físico y mental de la práctica regular de ejercicio y de cómo incide positivamente, en concreto en el territorio psicológico en factores como la autoestima, el estado de ánimo, la sensación de bienestar, un desarrollo intelectual optimizado o la reducción de los niveles de distrés. Pero el solo hecho de practicar un mínimo de actividad física aeróbica no asegura las anteriores ganancias. La clave está en darse cuenta y comprender:

Mindfulness abre un gradual espacio de observación de lo que pensamos, de lo que sentimos y de lo que elaboramos en acción. Se trata de una invitación a un proceso de autoobservación y toma de conciencia de nuestros estados internos, incesantemente cambiantes, señalando un antes y un después en nuestra práctica deportiva.

Al observarnos con atención plena durante nuestra actividad, creamos un espacio de maravillosa afinación de nuestras capacidades: escuchamos nuestro cuerpo y sus sensaciones, nos damos cuenta de nuestros impulsos emocionales sin que nos secuestren, también de la corriente de pensamientos que circulan por nuestra pantalla mental. Este proceso de consciencia “nos coloca en un lugar” desde el que, ante una constante transformación, tomamos decisiones creativas, coherentes y saludables. Vamos más allá de la práctica deportiva, integrando en un “momento sagrado” nuestras dimensiones física, mental, emocional y espiritual.

El entrenamiento fundamental en el que se apoya Mindfulness es la práctica formal meditativa. La meditación ha resultado ser una verdadera “medicina universal” en nuestros tiempos. Superada ya la etiqueta de ser algo «que nos distancia de este mundo», la “inocente” meditación es compatible con las pragmáticas estructuras actuales y, junto al ejercicio físico, comprendida por los que la estudian como un principal patrimonio de la humanidad.

 

 

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