Aprende a identificar el hambre del corazón a través de la autobservación
El hambre del corazón es el hambre que surge cuando tenemos un vacío emocional. Se manifiesta, por ejemplo, cuando nos sentimos solos o agotados al terminar el día. Sucede entonces que, en muchas ocasiones, recurrimos la nevera en busca de consuelo. Quizás ni siquiera sentimos realmente hambre físicamente hablando, pero sí ganas de llenar con la comida una sensación punzante de vacío o de hastío.
El hambre del corazón es el que nos lleva, asimismo, a tratar de cambiar nuestro estado de ánimo a través de la comida; es decir, para deshacernos de sensaciones y emociones incómodas y contractivas tales como frustración, tristeza, irritación, aburrimiento, ansiedad, disgusto, enfado, confusión, inseguridad o impaciencia.
En estos casos, la comida funciona como una especie de “píldora mágica” o analgésico emocional que tomamos cuando algo nos duele. Tomar una de esas pastillas, como si fuera el pecho o el biberón que nos daban de bebés, a corto plazo nos reconforta y nos hace sentir mejor.
Y si bien hacerlo de forma ocasional no plantea un problema, sí lo es cuando el único recurso del que disponemos para manejar nuestros sentimientos y emociones es la comida. Entonces usamos los alimentos no para nutrirnos, sino como algo adictivo a través de lo que nos evadimos.
La mayoría de las relaciones desequilibradas con los alimentos vienen causadas por el hecho de que no somos conscientes del hambre emocional o hambre del corazón. Ningún alimento puede por sí mismo satisfacer ese tipo de hambre; en realidad, lo que podemos hacer para colmarla es aprender a alimentar a nuestros corazones.
Cuando aprendemos a comer conscientemente, con presencia y atención, brota una sensación de intimidad y conexión: “Yo estoy conmigo, me escucho, me atiendo”. Entonces la comida sí puede alimentar el corazón. En este sentido, el hambre del corazón se satisface con intimidad, cuando superamos la sensación de sentirnos solos y separados de la vida y de los demás.
La comida casera a menudo nos trae recuerdos reconfortantes de cuando alguien nos la preparó con todo su amor y atención. Todos tenemos historias cálidas asociadas a ciertos alimentos o platos, historias repletas de sensaciones de conexión, amor y compañerismo.
El corazón se nutre de la intimidad con los demás, y en no pocas ocasiones esta intimidad ha ido acompañada de una fragante y rica comida casera, por lo que tendemos a asociar los momentos de amor con la comida. No obstante, es evidente que, en tales momentos, no es sólo la comida lo que nos nutrió.
¿Cómo identifico que tengo hambre emocional?
Para profundizar en la autoobservación de este tipo de hambre, te invitamos a responder a las siguientes preguntas:
¿Es tu primer impulso abrir la nevera cuando estás enfadado, solo, estresado,
cansado o aburrido?
¿La comida recompensa en algunos momentos tu estado de ánimo?
¿Te sientes impotente o fuera de control en presencia de comida deliciosa?
¿Sientes que la comida es como un amigo, algo que te da seguridad?
¿Te sucede a menudo que te comes una bolsa de patatas, nachos, etc., sin prestar
atención a su sabor, o a la cantidad?
¿Te sientes culpable después de comer?
¿Sientes que alguna vez comes simplemente para llenar un vacío?
¿Comes hasta sentirte mal de la cantidad ingerida?
Si la contestación a alguna de estas preguntas es afirmativa, entonces es que ya has experimentado por ti mismo/a lo que es la alimentación emocional.
Este texto forma parte del temario de nuestra formación en Alimentación Consciente.
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Alimentación Consciente