La mayoría de las personas que sufren una adicción se caracterizan por tener una abundancia de deseos e ideales. No es de extrañar que estos deseos se conviertan, fácilmente, en exigencias que sobrepasan lo natural. Convendrá, en este sentido, que la persona sea consciente de sus propias idealizaciones y las deje ir. En el proceso de reconstruirse a uno mismo, uno tendrá que dejar partir todo aquello que le aleja de la realidad; de esta forma irá acercándose, poco a poco, a una versión de sí mismo más cercana al “sustrato esencial”, es decir, a una identidad más amplia que la de la adicción.
Reconstruirse desde 0
Vivir en base a lo que es, en lugar de pretender que la vida siga nuestros ideales, nos deja mucho espacio interno para que se dé el cambio, así como el proceso natural de maduración. De la misma forma, idealizarnos a nosotros mismos no es el punto de partida más recomendable; en el caso de las personas adictas, convendrá que “dejen partir” también los ideales sobre sí mismas, para iniciar el proceso de reconstrucción desde 0 y dar cada paso sobre suelo firme.
Ahora bien, lo anterior no está reñido con el íntimo y legítimo anhelo de desplegar una vida determinada, ni tampoco con el creer que Todo es Posible. Todos podemos ir más allá de las actuales limitaciones. Escuchando nuestros anhelos y siguiendo el rastro de los sueños, trascendemos las propias barreras del nivel persona, y esto no implica “perder el suelo bajo nuestros pies”.
Tengamos en cuenta que el espacio de acompañamiento terapéutico es como un “laboratorio alquímico” en el que suceden cosas inesperadas. En este sentido, cuando cultivamos nuestro propio desarrollo transpersonal, a la hora de acompañar a personas en su proceso de recuperación somos capaces de ver a través de sus trastornos. Así, poderemos ver con claridad que un problema determinado es algo circunstancial que nada nos dice acerca de la identidad profunda de quien tenemos enfrente; veremos que “una parte” de esa persona es adicta, pero que hay otros muchos yoes que pueden tomar las riendas; veremos, incluso, que más allá de todos los yoes, la persona es, fue y será inocente, independientemente de lo que haga o deje de hacer.
En este “espacio alquímico”, el no juicio y la presencia amorosa del terapeuta actuarán a modo de “barca”: una barca por la que la persona a quien acompañamos podrá pasar de la orilla del miedo y la culpabilidad, a la orilla del perdón y la reconciliación.
Posiblemente, en este paso de una orilla a la otra la identidad adicta se desprenderá, para dejar paso a un nuevo yo más maduro e integrado.
La impermanencia: lo único real
El principio de la impermanencia nos dice que incluso el ciclo del sufrimiento tiene un final. Todo cambia, como canta Mercedes Sosa.
Esto supone una nueva esperanza de felicidad. La simple comprensión de esta idea puede empezar a liberar a la persona de su deseo ansioso de consumir.
La felicidad consiste en tomar con alegría lo que la vida nos da y soltar con la misma alegría lo que la vida nos quita
San Agustín
Si las cosas no cambiaran, el sufrimiento no acabaría. Saber que todo pasa implica que el sufrimiento también tiene fin. Uno no tiene que ser siempre la persona que padece una adicción o una conducta compulsiva u obsesiva que le esclaviza, por muy reforzada que esté esa autoimagen…
Aunque la propia vida esté hecha un caos, más adelante puede no serlo. Al asumir la impermanencia, el pensamiento más limitador en el proceso de recuperación es cuestionado:
“Yo soy así, no puedo cambiar”
Podemos cambiar, sí. Por lo tanto, uno puede decir: “También puedo cambiar a peor”. Así es, y más en lo que a adicciones se refiere; la inercia de no tomar partido suele hacer que la persona vaya a peor. De hecho, podemos reconocer la verdad del cambio, y a pesar de ello ir en contra del mismo, o hacer como que no está sucediendo (negación).
De cualquier forma, cerrar los ojos ante la realidad nos estanca y nos lleva al sufrimiento, sin que además podamos influir para que el cambio pueda inclinarse a nuestro favor, en lugar de en contra.
Es frecuente que el paciente en recuperación se incline por ver solo cómo las cosas terminan, lo cual le puede llevar fácilmente al victimismo. Por eso es necesario que aprenda a ver también el aspecto creador o creativo de la vida, en el que él mismo tiene mucho que hacer.
Cuando uno ha enfrentado muchas adversidades con pocos recursos, cabe la posibilidad de que caiga en un esquema de pensamiento de desvalimiento, por el que cree que nada podrá mejorar. En realidad, este no es más que un pensamiento o creencia errónea que refuerza la permanencia: si la persona cree que siempre va a sentirse así de mal, deseará continuar con su conducta adictiva. Entonces sentirá que no tiene sentido hacer algo distinto y creerá que la adicción le liberará de sus sentimientos incómodos. Y aquí tenemos el principio del ya conocido bucle del dolor que acaba por convertirse en sufrimiento.
“El único y verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos”.
Buda
Comprender la naturaleza del cambio, creer que es posible hacer cambios constructivos y que la vida puede mejorar, es clave en el proceso. Esto no significa que las tragedias de la vida se vayan a borrar… No podemos cambiar el pasado, pero sí cómo nos relacionamos con éste desde el hoy.
Desde esta perspectiva, se hace posible vislumbrar una estación diferente en la propia existencia: sin adicciones, con sabor a libertad... Y decidir encaminarse hacia ella.
Para recuperarse, la persona necesita tener una visión del futuro que sea más grande que su adicción. La segunda condición es desear esta visión más que lo que se desea la copa de vino, la raya de coca, el juego, el chocolate o cualquiera que sea la conducta compulsiva.
Como terapeutas, amigos o acompañantes, tenemos que escuchar su corazón cuando susurra que de verdad quiere recuperarse, y animarle a expresarlo y a gritarlo, por encima del ruido de sus pensamientos incrédulos, que votan por seguir en la adicción.
Texto extraído y adaptado del temario de nuestra formación en:
Acompañamiento en Adicciones