“Si, quiero”. La fuerza del deseo

¿Alguna vez has conseguido aquello que anhelabas, aunque parecía “imposible”?

El mundo se mueve por el deseo. No habríamos nacido de no ser por el deseo sexual y sin el deseo moriríamos: existe el deseo de amar, de estar conectados, de comprender, de crecer. Cuando las personas pierden su deseo de vivir, se tiran desde un puente o se toman un montón de pastillas. Necesitamos desear.

El deseo puede atraparnos y convertirse en un auténtico tirano que nos gobierne y usurpe nuestra libertad, de forma que no importe cuánto hagamos por colmarlo porque la satisfacción será imposible.

Por otro lado, un proyecto vital o una meta poderosa son también una forma de deseo: estudiar una profesión, escribir un libro o ganar una competición. Si los asumimos de forma saludable desde la dedicación y el compromiso, este tipo de deseos nos conducirán al progreso.

Se trata de desarrollar una relación sabia con lo que deseamos, de diferenciar el deseo saludable del que nos hace sufrir. Recuperar nuestra libertad y equilibrio pasa por investigar nuestros deseos y estar dispuestos a entrenarnos en soltar, si tendemos a excedernos fácilmente deseando, o atender cuidadosamente a nuestras necesidades si descubrimos que tememos desear.

Así pues, el que los deseos nos conduzcan a la satisfacción saludable o a la infelicidad dañina dependerá de la forma en la que nos relacionemos con ellos. La clave pasa por ir más allá de los extremos de entumecernos para no sentir deseo o de perdernos indiscriminadamente en ellos.

El deseo mueve a los buscadores de setas y a los inversores, la danza sufí y el rock and roll.

Jack Kornfield

Entre nuestras metanecesidades está la de vivir una vida significativa, el experimentar estados de consciencia más amplios o el vivir el día a día como un acto creativo: la necesidad humana de crecer

La medicina por excelencia de la vida es el crecimiento, y cuando sentimos una motivación profunda de crecer y decimos “Si, quiero”, ponemos en marcha una conspiración gigantesca para contar con los recursos internos precisos que resuelvan la necesidad honda que está brotando, sorteando las dificultades que vamos encontrando. Ante los obstáculos solemos ponernos “excusas” que tienen que ver más con nuestro “ruido interior”. Podemos superar los obstáculos si los comprendemos como las piedras naturales que nos encontramos en nuestro camino. El obstáculo es el camino.

Buena parte de nuestros desgastes llegan por intentar “sacar la piedra”, cuando en la mayoría de las ocasiones se tratan de los puntos de apoyo que nos permiten seguir adelante. El obstáculo es la oportunidad.

La sabiduría humana nos dice que no podemos cambiar el mundo, pero si nuestra manera de mirarlo. Cuando conseguimos atender nuestras vidas de ese modo, una revolución tiene lugar y el salto evolutivo se produce.

El río fluye a lo largo del cauce mientras acaricia a las piedras. La fuerza de la corriente mueve su curso cada metro sin exigencia alguna de llegada. De la misma forma, cuando se vive una vida desde el alma, uno aprende como rodear los obstáculos sin tener que apretar los dientes e imponerse a las resistencias. Fluyamos por la corriente y confiemos. Si hay alguna detención, que sea por algo que no merezca amenaza ni violencia.

… tal vez, el verdadero milagro esté en la inspiradora llegada de ideas y motivaciones que, con nuestro posterior trabajo y elaboración, aporten la prosperidad y el bienestar que merecen nuestras vidas. José María Doria

 

El desarrollo de una relación sabia con lo que deseamos y queremos conduce a la prosperidad entendida como un estado de consciencia, abierto, despierto y chispeante, y no como la necesidad de acumulación apoyado en el sentir que se adentra en el “no será suficiente”. Tal vez, lo que buscamos al acumular riqueza desde el “nunca es bastante”, es garantizarnos un desatento sentimiento de seguridad.

Y es que alcanzar prosperidad tiene que ver con “estar en el flujo de la vida” y tener la confianza de que, si algo importante necesitamos, encontraremos inspiración para ser prósperos. Cuando hay un sano espíritu que trasciende el “Dios proveerá”, sabemos ver los recursos que pasan por delante y agarrarlos en el momento preciso sin sorprendernos ajenos, dormidos o indiferentes a nuestras responsabilidades, en definitiva, a nuestras vidas.

Reconozcamos nuestra capacidad de encontrar recursos si realmente hemos reconocido lo que de verdad nos interesa: Si, quiero

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