Todos somos hijos: Conciencia sistémica y plenitud de vida

Extracto del temario de Terapia Sistémica Transpersonal

 

Desde el momento en el que la fusión entre un hombre y una mujer da lugar a la chispa creativa que forma la Vida, todos los seres humamos comenzamos el desarrollo de nuestra existencia, que se hace realidad con nuestra primera inhalación y exhalación. Respiramos, estamos vivos. Todos y cada uno de nosotros somos partícipes de esta experiencia de conexión con la existencia, todos compartimos la respiración como puente entre nuestra llegada y nuestra partida a este mundo material: a la Vida que se nos ha sido dada.

Esta fusión previa, que tiene como consecuencia la creación de la Vida, nos une a todos en nuestra primera condición humana: la de Hijos. Todos somos hijos, independientemente de los demás atributos de los que posteriormente se vaya nutriendo nuestro devenir en la Vida.

Cada uno somos “hijo o hija de”; esta condición nos une y, al mismo tiempo, nos individualiza y hace únicos.

Más allá de que hayamos conocido o no a nuestros progenitores, de que estén muertos o vivos, ellos forman parte de nosotros, estamos hechos de ellos. Nuestra biología, nuestros cromosomas, son los suyos y nosotros somos el resultado de su unión. Somos el resultado de la mezcla única de ellos dos: 50% padre + 50% madre.

Reconocer que somos hijos es reconocer nuestra vida –la Vida, con mayúsculas, la conexión primordial– y así, desde el reconocimiento de esta conexión, podemos ir más allá del ‘mí mismo’ y más allá de nuestros padres, para abrirnos al reconocimiento de Algo más grande que el Yo.

Por lo tanto, la Vida que experimentamos está íntimamente ligada al nivel de aceptación de nuestros padres como progenitores. Al aceptarlos incondicionalmente, más allá de las circunstancias y la historia vital, incluso sin haberlos llegado a conocer, estamos aceptando incondicionalmente la Vida, nos estamos dando permiso para realizarnos plenamente y para vivir la vida que a nosotros nos corresponde.

Al situarnos como hijos de nuestros padres, nos colocamos en nuestro lugar al servicio de la vida, nos inclinamos humildemente ante el misterio, sea cual sea nuestra representación de ello según nuestra cultura y momento personal.

Cuando tomamos conciencia de que el camino de la individuación y el crecimiento incluye el tomar a nuestros padres, podemos comenzar a soltar la búsqueda de éstos fuera de nosotros. Soltamos la necesidad de encontrar “padres y madres externos”, miramos hacia nosotros mismos y nos hacemos responsables de nuestra propia vida.

Antes de este acontecimiento ­– el de tomar a nuestros padres–, sentimos un intenso anhelo y vivimos básicamente desde la necesidad de supervivencia. La creencia de necesitar sustituirlos se irá diluyendo en la medida en que podamos aceptar nuestro lugar: el de hijos o hijas de nuestros padres físicos.

El soltar esas creencias puede ser doloroso y suele representar una gran etapa de crecimiento: la renuncia a la ilusión infantil da paso a la maduración de nuestro plano personal, al tiempo que al despliegue de una mirada de trascendencia.

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Terapia Sistémica Transpersonal