Cómo usamos la espiritualidad para escaquearnos de los problemas de pareja

 

Muy a menudo utilizamos la espiritualidad como un analgésico para huir de lo que nos resulta doloroso, como si esa acción no tuviera consecuencias o los efectos secundarios fueran mínimos. La relación de pareja, en este sentido, no está exenta: también podemos tratar de evadir los problemas de pareja a través de la espiritualidad.

La evasión o bypass espiritual es un término usado por primera vez por el psicólogo John Welwood en 1984, y consiste en usar nuestras prácticas y/o creencias espirituales para evitar la confrontación con:

  • Cosas que nos incomodan.
  • Heridas no resueltas.
  • Necesidades emocionales que son fundamentales.

La evasión espiritual en la pareja

Decía Mecano en una vieja canción que “Amar es el empiece de la palabra amargura

Solo hay que escuchar cualquier canción romántica o cualquier bolero, para darnos cuenta de que asociamos amor y amargura con mucha más frecuencia de la que nos gustaría.

¿Por qué ocurre esto?

Porque nuestras relaciones amorosas son el escenario de los conflictos donde surgen sentimientos dolorosos cada vez que nos sentimos atrapados en algún tipo de enredo y amenaza.

La pareja es el mayor de los espejos donde se reflejan nuestras mayores cualidades, pero también nuestras sombras más profundas.

Como nuestra tendencia suele ser la de mostrar poca tolerancia para enfrentarnos al dolor, en lugar de eso preferimos buscar soluciones que lo calmen o lo hagan desaparecer.

Y esto lo hacemos sin dudarlo, como si ocultar un síntoma doloroso fuera lo más natural. Cuando en realidad éste tiene la función de brindarnos un mensaje significativo

En este sentido, y tal vez sin darnos cuenta, utilizamos la espiritualidad como un medio para ocultar eso que nos resulta doloroso.

Sin embargo, todo sufrimiento en nuestra relación de pareja merece nuestra más profunda observación.

¿Cómo puedes saber si eres una persona con tendencia a la evasión espiritual?

Dice Robert Augustus Masters que la evasión espiritual es una sombra muy persistente de la espiritualidad. Y ésta se manifiesta de muchas formas, muchas veces sin que la reconozcamos como tal.

Observa si en tu relación de pareja reconoces alguna de estas actitudes:

  • Te crees superior a tu pareja por participar en actividades espirituales, tales como practicar yoga o meditación, seguir dieta vegetariana o visitar templos… mientras que tu pareja no lo hace.
  • Ante un conflicto de pareja utilizas la expresión “Es como debe ser” o “Esto me está pasando por una razón”.

Cuando adoptas estos patrones de pensamiento ante las dificultades de la relación, es posible que estés justificando lo inaceptable apelando a la trascendencia.

Esta actitud trascendente, sin embargo, te vuelve conformista y evasivo ante la realidad de tu relación afectiva.

  • Juzgas a tu pareja por expresar enfado y enojo, aun cuando es necesario expresarlos.

A veces reconoces en ti pensamientos del tipo: “Si tan solo estuvieras un poco más iluminado, podríamos evitarnos este drama”.

Sin embargo, la idea de que la expresión del enfado no ayuda a la relación es falsa. Acuérdate de que el enojo es una emoción básica que ha contribuido a la supervivencia del ser humano.

Pero a menudo la rabia está mal vista en los llamados “círculos espirituales”.

Lo importante es observar la rabia sin aferrarse a ella, de este modo podemos valorar la rabia como una alarma de que algo nos está lastimando y que tal vez requiera nuestra atención.

  • Exageras el positivismo como una forma de evitar los problemas con tu pareja.

Esa tendencia a decirse a uno mismo “sólo sé positivo” es en realidad un mecanismo de defensa de muchas personas con tendencia al bypass espiritual. Es decir, una forma de escapar, dentro de lo posible, de lo negativo de sus relaciones amorosas.

Pero lo llamado ‘negativo’, las crisis y el dolor no pueden ser ignorados; más bien convendrá que valoremos tales situaciones o momentos de dolor sin necesidad de aferrarnos a ellos.

No olvidemos que a través de aquello que consideramos negativo, crecemos. Más tarde, a través de la comprensión, tal vez trascendamos aquello que constituía una fuente de dolor en nuestra vida.

 

Ni fusionarte con el otro ni huir de él

Cuando nos protegemos detrás de la evasión espiritual, tenemos la tendencia a que nos gusten las relaciones solo por el lado bueno.

Robert Augustus Masters dice que podemos adoptar dos posturas en este sentido:

  1. Una huida del compromiso hacia la separación o la disociación.

Elegimos esta separación malsana cuando practicamos un supuesto desapego espiritualizado que nos desconecta de la vulnerabilidad y profundidad necesarias para que pueda haber una auténtica intimidad en la relación.

Si solo buscamos sonrisas y amabilidad en el otro, nos desconectaos de la relación íntima con nuestra pareja.

Este miedo a la intimidad en ocasiones también se manifiesta cuando no tenemos pareja, y justificamos nuestra soltería o falta de compromiso apelando a que no queremos vivir los conflictos y discusiones que seguro van a surgir en una posible relación de pareja.

  1. Una huida hacia la fusión total con el otro.

Esta conexión malsana ocurre cuando tendemos a eliminar las diferencias que existen entre los miembros de la pareja, buscando un estado de fusión.

Esta fusión no es tanto una muestra de unión o intimidad, sino una especie de renuncia o anulación del yo, para reencontrarse en el nosotros.

Observamos este tipo de actitud cuando hacemos lo que sea, para que todo sea agradable o cuando abundan las sonrisas y una amabilidad incesante.

Sin embargo, dicha fusión no indica que se haya trascendido la separación y el conflicto, sino que tal vez se está ocultando o evitando. Cuando escondemos las diferencias, no podemos ir más allá, precisamente porque las estamos negado.

En verdad, tanto la disociación como la fusión con el otro son dos caras de la misma moneda. La una se disfraza por un intento de no apego; y la otra por la supuesta comunión total en un intento de vivir el “todos somos uno”.

¿Por qué preferimos el romance al amor auténtico?

Cuando confundimos la fusión con el otro con la comunión e intimidad, podemos creer que vivimos la locura de una unión romántica como si fuera verdadero amor.

El romance puede parecer un sueño delicioso del que es difícil despertar; pero en realidad éste es tan sólo la puerta del amor, por lo que convendrá despertar de este sueño si queremos apostar por una cultivada intimidad.

A medida que la pasión va perdiendo intensidad y empiezan a aparecer las dudas, a menudo es cuando comenzamos a cuestionarnos dónde nos hemos equivocado.

El romance no nos pide nada más que vivir el chute hormonal; el amor de una relación íntima nos pide mucho más:

  • Que mantengamos la atención en el cultivo del amor.
  • Requiere de integridad y discernimiento.
  • Requiere de capacidad tanto para abrirse como para protegerse cuando es necesario.

El romance distrae, al menos durante un tiempo, de aquello que resulta doloroso en la vida; mientras que el amor nos pide que mantengamos el corazón abierto, aun cuando duela. Quizás éste se cierre en ocasiones, pero será labor de cada uno volver a abrirlo.

El romance se aparta de los aspectos desafiantes de la vida, mientras que el amor los afronta y los observa.

El romance en cierta forma droga, mientras que el amor despierta.

Evitamos la intimidad a través de la evasión espiritual

La evasión espiritual en las relaciones se manifiesta cuando tratamos de evitar la verdadera intimidad a través de potenciar la creencia “yo creo mi realidad”.

De esta manera le damos mucha importancia a nuestra propia responsabilidad en los problemas que surgen en la pareja, como si lo que hubiera dicho o hecho el otro no fuera necesario tenerlo en cuenta en absoluto.

Aunque podamos asumir que cuando criticamos la conducta de nuestra pareja estamos proyectando un rasgo propio que no queremos mirar, también es cierto que el hecho de no permitirse ser crítico con el otro es un modo de evitar una comunicación profunda en la pareja.

Por ejemplo, si el otro hace algún comentario crítico, es decir, emite un juicio sobre lo que hemos hecho o dicho, lo único que tenemos que hacer, apelando a lo espiritualmente correcto, es recordarle que su crítica es en realidad una proyección suya que nada tiene que ver con nuestra persona.

Como si se tratase de una secta de dos, dirigimos la presión sobre el otro sin que éste pueda ofrecer resistencia alguna. Porque se supone que es el otro quien tiene que examinar qué tiene que ver con él o ella lo que está precisamente criticando de nosotros.

¿Qué logramos con esto?

Esto contribuye a evitar la confrontación, pero también a evitar la oportunidad de comunicarse con la pareja de un modo verdadero, honesto y profundo.

Es cierto que algunas veces, cuando nos hallamos en conflicto, proyectamos sobre nuestra pareja los propios elementos más oscuros, pero ¿qué hay de las veces en las que, simplemente, uno de los dos está cruzando la línea y traspasando un límite?

En la película Sabiduría Garantizada de la directora alemana Doris Dorrie, aparece una pareja atrapada en la evasión espiritual. No son felices, pero nada parece que pueda romper la perfecta armonía entre ellos. Gustav es diseñador de interiores según el Feng Shui y parece que la relación con su mujer es un perfecto jardín zen, como el que tienen en casa.

La película muestra cómo detrás de ese aparente equilibrio de la pareja se esconden secretos inconfesables que alejan a ambos del compromiso real y de la intimidad: él es homosexual y ella le es infiel.

Esta pareja está atrapada en unas determinadas prácticas orientadas a recrearse en las cosas bonitas, y ambos se mantienen a salvo y protegidos: tanto de la pasión, como de los conflictos que conlleva la verdadera intimidad.

En una relación sana hay espacio para la confrontación y la rabia; y hay también honestidad, tanto con nosotros mismos como con nuestra pareja.

De este modo, en lugar de pasar por encima de nuestras dificultades o evitarlas, como hacía la pareja de la película, nos adentramos en ellas y las vivimos desde una intimidad cada vez más profunda. Y con esto crecemos.

Cuando estamos atrapados por la evasión espiritual tenemos más tendencia a romantizar que a vivir la realidad. Y es precisamente en nuestras relaciones de pareja donde más se ve esta tendencia a romantizarlo todo.

¿Qué podemos hacer para no caer en la evasión espiritual?

  • El primer paso es reconocer y familiarizarnos con nuestra tendencia a evadirnos de los problemas de la pareja.
  • El segundo paso es profundizar en los problemas hasta llegar al miedo que subyace en el núcleo de los conflictos.
  • El tercer paso es descubrir y cultivar una intimidad que nos permita:
  • Conectarnos con nuestra pareja sin llegar a esa fusión total.
  • Mantenernos la propia individualidad sin romper el vínculo entre ambos.

El cultivo de la intimidad en la relación de pareja, enfrentando los obstáculos como parte del camino de abrir el corazón y del aprender a amar, nos abre la puerta a una honda libertad.

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Especialista en Terapia de Pareja

Escrito por:
Francisco Javier Gutiérrez

Terapeuta Transpersonal

Especialista en Terapia Transpersonal de Pareja