Si hay algún lugar en el mundo al que se le pueda reconocer con plena legitimidad una tradición sagrada, éste es Los Himalayas.
¿Por qué a lo largo y ancho de sus valles montañoso ha florecido la cultura de la no-dualidad que ha señalado a millones de peregrinos la dirección más certera hacia la esencia?
¿Altura, fuerzas telúricas, lotería cósmica? No se sabe. Lo que sí podemos afirmar quienes hemos visitado y caminado por sus senderos de abundante vegetación, es que no regresa a casa el mismo ser que partió.
Viajar a los Himalayas es un camino iniciático, un camino en el que nada de lo que sucede parece casual y en el que la consciencia del viajero se ve acrecentada, instante a instante, por esa sensación de sincronicidad que impregna al viaje de misterio y profundidad.
El hecho de contemplar el amanecer el 1 de Enero del 2019 y ser bañado por el Sol Himaláyico no es una aventura turística más; en realidad, es una vivencia que rebosa propósito, apertura y presencia.
El equipo de la Escuela de Desarrollo Transpersonal ha organizado más de dieciséis viajes, afinando rutas y convocando a sherpas con los que nos une gran vínculo de amistad.
Las caminatas contemplativas, los momentos de silencio y la grandeza de los procesos internos no se puede ocultar; los peregrinos respiran, sienten, y toman aquellas decisiones internas respecto a sus vidas que convierte su viaje en un antes y un después para el resto de su existencia.
Apuntarse a este viaje es viajar a otra dimensión de lo conocido en el alma de este planeta.