No es exagerado afirmar el hecho de que una práctica tan aparentemente inocente como la meditación, sea una verdadera “medicina” para desplegar las capacidades internas que demandan los tiempos actuales.
Afortunadamente, decenas de universidades del mundo desarrollado han publicado el resultado de sus investigaciones neurológicas, dejando pasmados al mundo: “Que si el lóbulo frontal… que si la ínsula…, que si la amígdala…, que si el “chorro” de emociones positivas…, que si la no-reactividad…, que si los índices de felicidad… que si el aumento de tamaño de la masa gris.
Páginas y páginas, asépticamente convincentes, inundan Google para cualquier curioso que, con un sano escepticismo, busque salir de la desorientación del sentido vital, de la ansiedad y el estrés del día a día, o del ruido que inunda prácticamente cada uno de los rincones de nuestras ciudades y, dicho sea de paso, de nuestros cerebros.
La meditación no es una práctica «que aleja de este mundo»; no es incompatible con las pragmáticas mentes que luchan en el mercado de cada día. La meditación, tal y como es actualmente comprendida por quienes la investigan, es en realidad una medicina universal de pacificación interior y, por tanto, un patrimonio de la humanidad.
Nadie niega ya que la meditación contribuye a desplegar una visión más compasiva del mundo, una visión integradora y esencialista que incluye desde la conciencia de la biosfera, hasta los ámbitos de la economía o y del mundo cotidiano.
¿Quién iba a decir que la cultura del silencio tendría la llave de la apertura del corazón? Por otra parte, ¿quién iba a suponer que una «gimnasia» tan inocente e inofensiva, iba a suponer una insospechada fuente energía? ¿A qué se debe que colectivos tales como los brókeres de Wall Street, los equipos gestores de las grandes multinacionales, médicos, educadores o deportistas de élite que baten récords, empleen la meditación como práctica cotidiana?
Se puede decir que meditar hoy día no es una cuestión de orientación ideológica. La popularización de la meditación es, en realidad, una muestra del anhelo de vivirnos en un mayor estado de paz, al tiempo que el reflejo del compromiso con el desarrollo y la expansión de la autoconsciencia.