¿En qué consiste una “buena meditación”?

En  este breve vídeo enunciamos detalles significativos acerca de la práctica de meditación:

¿Y si de pronto, tomásemos conciencia de que somos espectadores sentados en una determinada butaca en la sala de nuestra mirada?  Posiblemente comprenderíamos que aquello que absorbe nuestra vista, no es más que una película narrada en primera persona.

“La meditación es el ojo del alma.”
Jacques Bénigne Bossuet

Durante la práctica meditativa asistimos a la película de la mente y tratamos, en todo momento, de mantener la presencia como sujetos observadores de la pantalla interna. Meditar nos invita a saborear un estado único de atención desde el que contemplar la película, sin quedar atrapados en la identificación que surge automáticamente a lo largo de la secuencia reproducida.

Conviene recalcar que no hay “buena” meditación ni “mala” meditación, hay tan solo “meditación”.

Cualquier tentación que tengamos de evaluar la vivencia contemplativa no deja de ser una forma de reforzar la dualidad mental de fracaso, o éxito. La meditación no se practica para disfrutar de un estado emocional  o evitar otro no deseado. En realidad, una vez decididos a practicar, se abraza la acción por la acción en sí misma, independientemente de su resultado.

El entrenamiento de la atención no precisa un estado de ánimo particular para llevarse a cabo. En realidad, cuando empezamos a meditar, independientemente del tono emocional que predomine, lo más probable es que se aquieten los movimientos más superficiales de la mente y que, de pronto, descubramos lo que late tras las emociones emergentes, e incluso comprendamos las raíces de lo que nos pasa.

Habrá que reconocer que ante las múltiples resistencias que ofrece la mente para perseverar en la meditación, lo más probable es que esta desmonte con rapidez la motivación surgida por el simple hecho de haber leído algo sobre sus beneficios. Tan solo una certeza intuitiva muy honda y proveniente del impulso evolutivo, será la que nos impulse a atravesar el obstáculo y convertir la práctica en un “ritual” de autocuidado.

¿Quién es el que observa la corriente de pensamientos?

Quien observa es la identidad profunda, el ser esencial, lo que no ha nacido ni morirá por estar más allá del tiempo. Es decir, la identidad espiritual inefable, nombrada a menudo como océano de infinitud y conciencia. Dicho en otros términos lo que en realidad observa es el ojo primordial supraconsciente que atestigua lo que aparece y desaparece en el campo de la experiencia.

Este supratestigo es lo que realmente se da cuenta de lo que sucede, un darse cuenta que nos permite devenir conscientes. Devenir conscientes entre otras cosas de los juicios de nuestra mente pensante, así como de todos los procesos, opiniones y perspectivas que esta adopta desde su propia acción de separar, comparar, analizar y clasificar

Todos tenemos dos cumpleaños. El día en el que nacemos, y el día en el que despierta nuestra conciencia.
Nisargadatta

 

En realidad, “quien observa” vive en la presencia. El observador es el sujeto siempre presente, mientras que “lo observado” es lo impermanente: pensamiento, emoción y sensación. Así pues, mientras uno se dedica a atestiguar, la mente pensante por su parte se dedica a recorrer el pasado y el futuro con recuerdos y anticipaciones en continuo movimiento.

Termina el año meditando, prosigue tu camino de crecimiento:

Retiro Transpersonal de Meditación y Silencio