La atención plena constituye básicamente una forma determinada de prestar atención. Cuando hablamos de atención plena, nos podemos estar refiriendo a cualquier tipo de práctica voluntaria en la que prestemos atención para darnos cuenta de “qué está sucediendo mientras está sucediendo”. En este sentido, se trataría de practicar la atención intencionadamente durante algunas de nuestras actividades, como pueden ser comer, asearnos, conducir o dar un paseo. Es lo que llamamos la “práctica informal” de Mindfulness.
El terreno de esta práctica de atestiguación es la propia vida diaria, y suele ocurrir que muy pronto nuestra ausencia de vida despierta se pone en evidencia de una manera tan sorprendente como inesperada: constatamos cómo la energía del mundo nos absorbe con inaudita facilidad, cómo los impactos que nos llegan nos estimulan, nos zarandean y nos hacen reaccionar constantemente.
Por eso la “sentada silenciosa”, la práctica formal, es necesaria. Podemos considerarla como el gimnasio donde entrenamos la atención para llevarla a la vida diaria. En ella nos estabilizamos y conectamos más profundamente con nuestro silencio interior: cultivamos la atención para fortalecerla y luego mantenerla en la vida exterior.
La práctica en sí misma, esencialmente, no tiene ningún propósito. En realidad, no nos sentamos para algo, simplemente nos sentamos a observar, a atestiguar, nos sentamos a “ser”. Tampoco la atención desplegada en la vida diaria es el objetivo, sino un efecto natural. La atención y sus innumerables beneficios son el resultado natural de revelar nuestra verdadera identidad.
No dejes que la mente se apegue a esta “zanahoria” que ahora cuelga delante de ella. Date cuenta de lo que promueve nutrir tu propio ser, pero no te apegues. Deja que todo esto se manifieste y celébralo, agradécelo, pero permanece fuera del tiempo, del deseo de lograr. La sentada no es un medio para llegar a ningún lugar, la sentada es un fin en sí mismo, la sentada “es el lugar”.
Cuando te sientas, la actitud interior es la de observación pura: tu ser expresa su hambre de silencio cuando te sientas. Desde este puesto de atestiguación privilegiado te permites sondear la energía latente en tu mente y en tu corazón, te sientas sencillamente a descubrirte a ti mismo. Te sientas, y aparece la mente, muy bien: ves llegar los pensamientos y después marcharse ¡Es como sentarse delante de un río y ver pasar los troncos que flotan arrastrados por la corriente! En esta observación ves pasar la mente, y al verla pasar te das cuenta de que tú no eres la mente ¡Tú estás sentado observando!
De modo que nos sentamos en la orilla y vemos los troncos pasar, contemplamos la escena serenamente. En ocasiones algunos troncos nos parecen tan sugerentes que ¡Saltamos y nos encaramamos a ellos, corriente abajo! Pero “recordamos”: nos damos cuenta de que flotamos con el tronco y al instante saltamos a la orilla para sentarnos de nuevo a contemplar. Al principio, este baile de saltitos es muy animado: ¡Saltamos de la orilla al tronco y del tronco a la orilla, una y otra vez! Sin embargo, al recordar continuamente que nuestra intención es sentarnos en la orilla, la atracción por los troncos se va debilitando, hasta que pierden todo nuestro interés. A veces sucede que hasta los mismos troncos desaparecen, el río se despeja y entonces disfrutamos de contemplar la corriente, tal cual es.
Observar es meditación. Lo que observas es irrelevante… puedes observar los árboles, puedes observar el río, puedes observar las nubes, puedes observar a los niños jugando. El objeto no es el propósito, sino la calidad de tu observación, la cualidad de estar alerta y consciente. Eso es meditación. Cualquier cosa que hagas con presencia es meditación. La acción no es el asunto sino la calidad que le imprimes a tu acción. Caminar puede ser meditación si caminas alerta. Estar sentado puede ser meditación lo haces con presencia. Escuchar estas palabras puede ser meditación si las escuchas con consciencia. Simplemente escuchar el ruido interior de tu propia mente puede ser meditación, si permaneces alerta y observador. El meollo está en no proceder dormido y entonces todo lo que hagas será meditación.
Osho
Meditación guiada. Respirar desde el corazón
La respiración consciente nos permite entrar en un estado de coherencia que sincroniza los ritmos más importantes de nuestro organismo. Cuando se produce esta sincronización interna podemos, de manera más sencilla y sin resistencias, soltar los pensamientos y ofrecer espacio a las emociones para que fluyan y liberen su energía naturalmente, sin esfuerzo.
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Consultor en Mindfulness Transpersonal