Un proceso de ginecología del alma

El terapeuta transpersonal tiene alma de viajero: muy a menudo emprende un viaje inteligente y amoroso al interior del otro. Este viaje bien podría titularse como “turismo iniciático”, que poco o nada tiene que ver con el turismo convencional. En realidad, el proceso de la terapia transpersonal es, ni más ni menos, que un viaje a la belleza y completitud del ser tras reconocer e integrar las luces y sombras de nuestro yo.  

 

Durante un proceso de desarrollo transpersonal el terapeuta acompaña insospechados episodios vitales que optimizan y expanden autoconsciencia, y ante los que se autoconsidera alumno permanente de la Escuela de vida.  

 

Tal vez pensemos que para ejercer como terapeutas debemos tener “todo solucionado” y así ser capaces de acompañar a otro ser humano; eso no es así, lo que sí se precisa es hacer el camino y reconocer con humildad y empatía que “eso que le pasa al de al lado”, casualmente, es algo reconocible porque, en alguna medida, nos ha sucedido a nosotros también.  

 

En muchas ocasiones se ha equiparado el proceso terapéutico con la transformación que vive la oruga hasta devenir mariposa. Esta metáfora, lejos de ser vulgar, nos habla de una de las palancas más importantes del crecimiento humano.  

 

La oruga siente que termina su ciclo y que va a morir…, el terapeuta es un fiel y cercano acompañante de parto. Lo que la oruga posiblemente no sabe es que, tras permanecer en su crisálida, desplegará unas bellas alas convirtiéndose en mariposa.  

 

Algo similar nos pasa a los seres humanos cuando estamos inmersos en una de las crisis que enfrentamos, en la que difícilmente vemos más allá. Pareciera que el mundo se va a terminar, y que no saldremos nunca del hoyo, ignorando su valor transformador. 

Los procesos de crisis y su correspondiente dolor emocional nos mueven a buscar y poner en marcha la espoleta de una “bomba” para muchos ansiada: se trata del cambio por el que madurar y aprender a vivir con plenitud.  

 

Las crisis anuncian cambios a los que habitualmente nos resistimos. Lo paradójico es que, precisamente por esta resistencia, sufrimos.  La resistencia nos lleva a tratar de detener, inútilmente, el imparable proceso de abrir nuestra mente y nuestro corazón a la vida.  

 

No imaginamos que tras las nubes habrá una insospechada ampliación de nuestra autoconsciencia. Y, sin embargo, los terapeutas transpersonales, conocedores en propia carne de los ciclos de la vida, saben que, tras la tormenta llega la calma y el cielo despejado. Saben que es ley de vida: se trata tan solo de convertirnos en atentos observadores. 

 

En realidad, cuando la crisálida se abre y accedemos a un nuevo estado, se revela la lucidez. Pasada la tormenta y rota la crisálida, comprendemos que el anterior conflicto y el “descenso a los infiernos” sirvió de punto de partida de una importante toma de conciencia y, en muchos casos, de puerta de entrada a un camino renovado y más consciente. 

 

¿Qué hace el terapeuta transpersonal mientras uno se vive en medio de la tormenta?  

 

El terapeuta transpersonal atestigua y llena el espacio de acompañamiento de comprensión y presencia, un espacio en el que prima la escucha silenciosa; el terapeuta sostiene amorosamente y, a veces formula la pregunta que desencadenará miradas allí donde conviene reconocer y aflorar; asimismo comprende que, la crisis, aunque duela, anuncia cambios a menudo intuidos y anhelados: un cambio de trabajo, una mayor comprensión más profunda, el fin o comienzo de una relación, etc.  

 

En cualquier diccionario etimológico podemos comprobar que la raíz de la palabra terapeuta proviene del antiguo término griego –therapon–, –therapontos– Este término parece tener varias acepciones, tales como acompañante, servidor o escudero. Todas tienen en común la lealtad y actitud de servicio.  Lo cual tiene sentido cuando identificamos nuestra vocación de acompañamiento: ponerse al servicio del crecimiento de otra persona. El terapeuta, cual escudero, acompaña, ayuda a ponerse la armadura o a quitársela cuando no la necesita. Está, sencillamente, “ahí”, disponible, sin ofrecer soluciones propias, sin ofrecer opiniones, tan solo comprender, apoyar y formular preguntas que orientan la mirada al interior del cliente para que se dé la comprensión. El terapeuta ofrece una escucha en plena disponibilidad y presencia y asiste al nacimiento de un yo más amplio y maduro, sin forzar el proceso ni tratar de acelerarlo, porque sabe que cada cosa de esta vida tiene su propio tiempo. 

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Un proceso de autoindagación

para experimentar el poder transformador del “darse cuenta” en el camino hacia un Yo integrado y sano.

Un programa de especialización

para construir los cimientos del acompañamiento transpersonal, a través de la expansión de la autoconsciencia.

¿Qué encontrarás en esta formación?

La Terapia Transpersonal es un camino de integración y ampliación de consciencia, cuyo fruto es el reconocimiento del yo esencial. Esta terapia responde al anhelo de vivir una vida plena de sentido y autenticidad, y allana la salida del sufrimiento psicológico a través del cultivo de la mirada interior.
Tal proceso pasa por la construcción de un ego maduro y sano que permite actualizar nuestro potencial creativo e ir más allá del yo personal. Quien se forma en terapia transpersonal, se capacita para acompañar a otras personas en el viaje más importante de la vida: el del autodescubrimiento del ser.
La Terapia Transpersonal supone un acompañamiento del alma en el que no se pretende que seamos perfectos, sino completos. En este camino integrador se abordan aspectos, tales como: el abrazo con nuestra sombra, la resiliencia de heridas de la infancia, el despliegue de recursos para gestionar pérdidas y crisis, la meditación y el despliegue de la presencia compasiva y de la Conciencia Testigo, entre otros.
El paradigma Transpersonal integra el legado de sabiduría de las tradiciones contemplativas orientales y el marco occidental de autoconocimiento, brindando así a los ‘buscadores’ un mapa de autorrealización que va más allá de la esfera del pensamiento, las doctrinas y las creencias.

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