A diario suceden cosas que no hubiéramos elegido, como imprevistos, contrariedades o discusiones, que impiden cumplir nuestros planes. Nuestra respuesta automática, al menos internamente, suele ser quejarnos, al menos interiormente. Creemos que esto de alguna forma nos alivia, pero la queja además de tóxica es estéril, y no aporta un camino de salida. Nos enfocamos en mirar sólo una parte de los hechos que, en si mismos son neutros. Ya se encarga nuestra mente de interpretar con un significado positivo o negativo. Tener una mente feliz depende de la frecuencia vital en la que “elegimos” conscientemente situarnos. 

La queja nos debilita y nos paraliza en la toma de decisiones. Al asumir nuestra responsabilidad, diluimos la queja y nos liberamos del papel de víctima, colocándonos en una actitud proactiva ante lo que la vida nos trae.