En muchas ocasiones hemos escuchado hablar sobre la dependencia emocional, ligada e intrínseca a algunas relaciones de pareja. Y es que en nuestra sociedad occidental este término está mucho más extendido de lo que creemos y no solo relacionado con los vínculos de pareja en los que está presente el maltrato.
La dependencia emocional es una etapa que cada uno de nosotros, tarde o temprano, debemos transitar y superar, para desde ahí vivirnos de forma diferente en nuestras relaciones de pareja. Quizás ya no desde un amor romántico ni desde la necesidad de comenzar una relación desde el enamoramiento, sino desde un amor sentido, pensado y cultivado en el cada día de nuestra relación de pareja.
El apego afectivo o dependencia emocional es una vinculación mental y emocional, generalmente obsesiva, a ciertas personas. Se origina en la creencia irracional de que ese vínculo provee, de manera única y permanente, placer y seguridad. En consecuencia, la persona apegada está convencida de que sin esa relación le será imposible ser feliz.
Lo que define el apego no es tanto el deseo, sino la incapacidad de renunciar a él cuando el vínculo resulta dañino para la salud mental y/o el bienestar de uno.
Aprender a ser libres en nuestras relaciones de pareja y vivirlas desde el desapego, nada tiene que ver con endurecer nuestro corazón o con ser indiferentes a nuestras emociones. Tampoco tiene que ver con ser indiferentes al cuidado sensible y amoroso de nuestra pareja. El desapego no es desamor, sino una manera sana de relacionarse cuyas premisas son:
- independencia (soy dueño de mis actos)
- no posesividad (no me perteneces ni te pertenezco)
- y no adicción (podría ser feliz sin ti)