La palabra “meditación” ya no es para nadie extraña hoy en día, de hecho, se podría decir que este término casi forma parte del vocabulario popular. Muchas son las personas que quieren acercarse a la práctica meditativa, intuyendo tal vez los beneficios que ésta conlleva para la vida cotidiana del practicante.
A menudo asociamos la meditación con el hecho de reflexionar sobre alguna cuestión, con visualizar, con relajarse o incluso con “dejar la mente en blanco”. En realidad, meditar no es ninguna de las acciones anteriores. La meditación, dicho de una forma aséptica y directa, consiste en aprender a entrenar la propia mente en el enfoque de la atención, como si se tratara de un “Gimnasio de la Atención Plena”. Este progresivo despliegue de la atención nos abre la puerta a un conocimiento más profundo de nosotros mismos y, por tanto, a una mejor gestión de nuestro día a día, del mundo emocional y de la relación con los demás.
La meditación pudiera parecer un ejercicio estéril o vano. Tal vez nos preguntemos cuál es el beneficio de sentarse en silencio, sin más, sin hacer nada “¿Qué me puede aportar a mí?”. Pero lo cierto es que las neurociencias están revelando los profundos efectos que la práctica de la meditación tiene en el cerebro humano tras unas semanas de ejercitarse.
Cuando nos comprometemos a sentarnos y a permanecer en silencio y quietud durante 25 minutos, en nosotros se despliega paulatinamente la dimensión llamada Conciencia Testigo. Una dimensión que nos permite ser conscientes de los contenidos de la propia mente –tales como recuerdos, pensamientos sobre el futuro, juicios, emociones… –. Y esta progresiva autoconciencia conlleva una silenciosa transformación que actúa en los mismos cimientos de la persona, actuando como un “gran motor” evolutivo del crecimiento y la expansión.
“Quien mira hacia afuera sueña. Quien mira hacia adentro despierta” C. G. Jung
El progresivo despliegue de la autoconsciencia durante un proceso formativo como el de Instructor/a de Meditación, de varias semanas, consolida la práctica meditativa y nos capacita para instruir a otros en el noble arte de meditar. Además, integra las raíces contemplativas de la antigua sabiduría y las modernas investigaciones de la neurociencia en el ámbito de la meditación y el mindfulness. Conlleva un entrenamiento atencional que posibilita la apertura a una mente sosegada y el conocimiento profundo de uno mismo.
Se trata de una aventura recomendada a personas que deseen recorrer un camino de autoconsciencia, más allá de su actividad profesional. También a quienes desean integrar la meditación como medicina existencial para la vida o, a quienes, basados en su espíritu de servicio, desean instruir y acompañar en el camino de la meditación.
Si quieres vivir un proceso de auto indagación y maduración personal, incorporar la práctica meditativa en el día a día y capacitarte para iniciar a otros, o desplegar la capacidad del “darte cuenta” como clave de crecimiento para una vida plena, te recomendamos amplíes sobre:
Instructor de Meditación
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