Las dietas frente a alimentación consciente

 

El funcionamiento de la mente consiste, por naturaleza, en dividir y etiquetar, estableciendo clasificaciones funcionales del tipo “bueno-malo”, “bello-feo”, “deseable-evitable”. Su función básica es la de establecer este tipo de divisiones, lo cual nos permite manejarnos en el mundo con mayor facilidad, simplificando el gran nivel de complejidad y de estímulos procedentes de lo que nos rodea.

La costumbre de categorizar y enjuiciar las experiencias nos encierra en patrones de reacción y pensamientos, sentimientos y comportamientos repetitivos, de los que la mayoría de las veces no somos conscientes. De hecho, el juicio nos separa de la experiencia directa del momento y de la cambiante realidad de las cosas.

Mindfulness nos invita, precisamente, a situarnos en la ecuanimidad, para desde ahí permitir que la experiencia se despliegue momento a momento.

Las personas que deciden hacer una dieta ponen mucha atención a la fase de selección de los alimentos. La dieta les dice lo que deben y no deben comer, y realizan la selección de los alimentos a partir de esta categorización: alimentos “permitidos” y alimentos “prohibidos”, alimentos que “engordan” y alimentos que “no engordan”, etc.

La propuesta de aplicar Mindfulness en la alimentación establece una gran diferencia con la anterior situación: partimos de la realidad tal y como es en el momento presente, no realizamos cambios a priori guiados por ninguna directiva externa, por ello se ha llamado a veces a esta práctica la “anti-dieta”.

Esto no quiere decir que, si nuestra alimentación es desequilibrada, debamos seguir haciéndolo indefinidamente; más bien se trata de permitir que los cambios ocurran como efecto del enfoque de la atención sobre esa dieta que actualmente es desequilibrada.

Podemos permitir que los cambios nazcan de la comprensión interior, de la propia toma de conciencia, en lugar de ser algo impuesto desde el exterior. Ahí radicará precisamente la diferencia en cuanto a su eficacia y sostenibilidad.

Vivimos etapas en las que albergamos un deseo de mejorar nuestra alimentación y es probable que sintamos que hay ciertas cuestiones que deseamos cambiar al respecto. Quizás queremos abandonar o reducir el consumo de ciertos alimentos, cuidar más su calidad, o poner más dedicación en la cocina. Puede incluso que sintamos que, antes de plantearnos ni siquiera el practicar Mindfulness en la alimentación, debamos abandonar todo eso que consideramos “no conveniente” y sólo después empezar a practicar.

Se trata de poner atención plena en lo que “ya hay”, evitando las etiquetas previas de conveniencia o no conveniencia. Si nos mantenemos conscientes y en actitud de no juicio mientras consumimos ese alimento o hábito que deseamos abandonar, es posible que a través de la observación de nuestros pensamientos, sensaciones y emociones encontremos más comprensión y descubramos algunas claves que posiblemente nos permitan avanzar hacia nuestro propósito, paradójicamente, sin proponérnoslo.

 

Te invitamos a que ante tu siguiente impulso a comerte algo observes la diferencia entre hacerlo desde la atención plena o desde la inconsciencia. ¿Qué crees que va a suceder? ¡Prueba!

 

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