El entrenamiento de observar nuestro estado atencional nos permite aceptar nuestros estados anímicos, focalizar la atención y mantenerla sobre las distracciones, priorizar la información importante y adquirir la capacidad de elegir a qué atender.
Una atención enfocada nos permite considerar más perspectivas y con ello alcanzar respuestas menos limitadas y ser más tolerantes en la comprensión de otras perspectivas diferentes a la propia. De esta ampliación de la mirada brota la ecuanimidad y el desarrollo del discernimiento.
La frustración surge en nosotros cuando expectativas y realidad no corresponden. Esto nos pasa con frecuencia y, por ello, cultivarnos en sostener los impulsos que nos traen frustración, resulta clave para nuestro desarrollo integral: aprender a convivir con errores, fracasos y crisis de una manera eficiente, acompañados de una mirada interna abierta a la ocasión y la prosperidad.